Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 10 de junio de 2025


Este arreo campestre y el látigo con que venía azotando suavemente las ramas de los arbustos demostraba que había llegado a caballo. Los jóvenes dependientes, al verle, quedaron petrificados de respeto y admiración. Juanito era miembro del club de los Salvajes, y en calidad de tal solía ponerse el frac todas las noches; tenía queridas, caballos, desafíos y deudas, y pronunciaba mal las erres.

El que no murió bajo el puñal de los conjurados ni bajo la espada de sus enemigos, murió infamemente atosigado; y , huérfana de contínuo, de contínuo colocada entre el despotismo y la anarquía, rodaste con mas y mas velocidad á lo profundo del abismo sin encontrar otro apoyo en tu fatal caida que débiles arbustos, rocas apenas sumergidas en la tierra que se quedaban en tus manos ó se desplomaban al peso de tu cuerpo para apresurar tu ruina.

El tiempo que tardaba en presentarse estábase ella inclinada sobre el pilón, palpitante, muda, haciendo un embudo al oído con la diestra. Ya viene: lo he sentido, ya silbó decía Lucía como si de algún dragón se tratase. Verás cómo no viene por cinco minutos respondía con seguridad Pilar. Te digo que , mujer... si ya borbotea. ¿A ver? No, no. Es el ruido del viento que sacude los arbustos.

Así como el mayordomo lo había predicho, no se habían pasado diez minutos cuando la niebla comenzó á enrarecerse, convirtiéndose en una gasa sutil que dejó percibir en vagorosa indecisión las peñas y los arbustos. Sintieron en el rostro calor, como si se aproximasen á un horno, y observaron que el leve vapor que aún los envolvía se agitaba.

Con excepcion de los frutos vegetales exclusivos á la zona tórrida, en Suiza crecen al aire libre todas las plantas que pueden vivir desde la zona baja de las viñas hasta las regiones del polo boreal. He visto florecer en plena tierra, en las márgenes del lago Leman, naranjos, granados y otros árboles frutales y arbustos que se ostenian con abundancia en Italia y España.

Vinieron gentes nuevas, y como que el monte es corto y de forma bella, y desde él se ve a la ciudad, con sus casas bajas, de patios de arbolado, como una gran cesta de esmeraldas y ópalos, limpiaron de piedras y yerbajos la tierra que, bien abonada, no resultó ingrata; y de la mejor parte del monte hicieron un jardín que entre los pueblos de América no tiene rival, puesto que no es uno de esos jardinuelos de flores enclenques, y arbustos podados, con trocitos de césped entre enverjados de alambre, que más que cosa alguna dan idea de esclavitud y artificio, y de los que con desagrado se aparta la gente buena y discreta; sino uno como bosque de nuestras tierras, con nuestras propias y grandes flores y nuestros árboles frutales, dispuestos con tal arte que están allí con gracia y abandono, y en grupos irregulares y como poco cuidados, de tal manera que no parece que aquellos bambúes, plátanos y naranjos han sido llevados allí por las manos de jardinero, ni aquellos lirios de agua, puestos como en montón que bordan el estrecho arroyo cargado de aguas secas, fueron allí trasplantados como en realidad fueron: antes bien, parece que todo aquello floreció allí de suyo y con libre albedrío, de modo que allí el alma se goza y comunica sin temor, y no bien hay en la ciudad una persona feliz, ya necesita ir a decírselo al montecito que nunca se ve solo, ni de día ni de noche.

De pronto salió de entre un seto de arbustos un hombre y se oyó una imprecación soez, que traducida al lenguaje de las personas beneparlantes pudiera sonar así: ¡Mala mujer! Hubo ademanes violentos, y un cuerpo cayó.... Llegaba en esto corriendo otra figura humana, que venía también del hotel por la escalera, e interponiéndose, se inclinó para recoger a Lucía.

Precedida la casa en cuestión de un mezquino plantío de arbustos, con su terraza al frente, tenía por encima de ésta un feo balcón que quizá no había sido utilizado en la vida. Ah-Fe tiró de la campanilla; apareció una criada; echó una mirada a su cesto y lo admitió con repugnancia como si fuera un animal doméstico, molesto pero imprescindible.

Las demas circunstancias de este puerto le hacen absolutamente despreciable, pues concuerdan los informes en que no hay arbustos para leña, ni árboles para hacer madera en todas aquellas inmediaciones.

Una sombra de mujer surgió entre los arbustos espesos que flanqueaban el camino. Se detuvo, miró con desconfianza hacia todos los lados, trató de penetrar con la mirada la obscuridad gris y se deslizó lentamente hacia la casa del guarda.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando