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Actualizado: 10 de junio de 2025


Entre los árboles y en cuanto alcanzaba la vista, tupidos arbustos, amarilleando algunos al soplo del otoño. Al perfume de las flores se unían las gratas emanaciones resinosas de los pinares y sólo el rumor de claros arroyuelos interrumpía de cuando en cuando el murmullo de la brisa entre las ramas y el canto de los pájaros. Pero aquella soledad y quietud de los campos eran sólo aparentes.

Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. Un silencio absoluto envolvió á Edwin. La profunda calma de la noche solamente se turbaba con el crujido de los arbustos, que tenían forma de árboles. Sus ramas, al partirse bajo sus pies, lanzaban chasquidos de madera vigorosa.

Entró la prófuga sin preguntar, con no poco asombro de Daniela, que al pronto no la conoció. ¿Pero qué significaban, qué eran, de dónde habían salido aquellos jardines, que formaban como alameda de preciosos arbustos desde la puerta, en todo lo largo del pasillo?

Rica por su vegetación en selvas, arbustos, praderas y musgos, la montaña parece pobre de animales: estaría casi completamente desierta si el pastor no le llevara sus rebaños de vacas y ovejas que se ven de lejos, sobre el verdor de los pastos, como puntitos rojos ó blancos, y si los celosos perros de ganado no corrieran continuamente á derecha é izquierda, haciendo repetir sus ladridos á los ecos.

Quizás haya en él flores más hermosas que las de los bosques. Perla se dirigió á la ventana abovedada en el fondo del vestíbulo, y tendió la mirada á lo largo de las calles del jardín, alfombrado de hierba recién cortada, y guarnecido con algunos arbustos, no muchos, como si el dueño hubiera desistido de su idea de perpetuar en este lado del Atlántico el gusto inglés en materia de jardines.

Aquel rincón de verdura donde los arbustos, creciendo a su antojo, se entrelazaban hasta formar una masa impenetrable, era a propósito para las confidencias amorosas. Avanzó con precaución, sin hacer ruido, por sus senderos casi desaparecidos, tapizados de hierba, invadidos en muchos parajes por las ramas de los arbustos y la maleza.

Pasé por detrás del banco en que estaban hablando Luciana y Gerardo, y como me ocultaban los arbustos, no sospecharon que estaba yo tan cerca ni que sus palabras, escasas y lentas, llegaban hasta . Luciana decía: Yo no tengo confianza. Y él respondió: Sin embargo, pruebe usted...

Gustábame sentarme en los macizos que limitan las sendas e informarme de la edad de los arbustos que los poblaban, todos muy viejos; tanto, que aseguraba Andrés que ni mi padre, ni mi abuelo, ni mi bisabuelo los habían visto plantar.

Delante del hotel se desarrollaba un inmenso patio, abierto por tres lados apénas, cercado por bajos setos de arbustos y perfectamente sombreado por unos treinta ó mas árboles corpulentos.

Lo atravesé, eché a andar entre los arbustos y las zarzas hasta que... La llegada del guardabosque interrumpió su explicación. Andrés descansó despacio la culata de su fusil en el suelo, y dijo: Señora, estoy pronto; cuando gustéis. En la puerta las dos mujeres se abrazaron y cambiaron algunas palabras más; después Marta siguió al guarda a través del bosque.

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