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Lo primero que pensó fué buscar una piedra, un árbol, algo donde atar la cuerda del bote, que sostenía con su diestra. Tuvo miedo de que durante la noche la resaca se llevase mar adentro esta embarcación, que representaba su única esperanza. Buscando en la penumbra, dió con un grupo de arbustos vigorosos cuyas ramas llegaban á la altura de su cabeza.

Después de mucho tiempo y no pequeños esfuerzos, entramos al obscurecer en una ensenadita árida y silenciosa, animada solamente por el vuelo circular de algunas aves. En cuanto de la playa alcanzaba la vista, erguíanse altas rocas escarpadas, intrincados laberintos de arbustos verdes, de un verde obscuro y hojas perennes.

Sobre sus bordes, algunos arbustos inclinan sus tallos hacia la superficie azul, que se ve por entre las ramas de la encina; sólo un abedul deja caer por encima de la sima sus ramas delicadas. Al llegar á estos parajes es preciso tomar algunas precauciones, porque el suelo está demasiado accidentado y los pozos no tienen ningún brocal como los que construyen los ingenieros.

Cual si fuera zahorí que lleva en la mano el número ganancioso, estrecho círculo le rodeaba, tratando de adivinarlo en un gesto, en media palabra de tan conspicuo personaje; y cuando las ráfagas de la tormenta próxima, que así temían los árboles corpulentos como los enanos arbustos, se hacían sentir con mayor ímpetu, a él se acercaban todos, como barómetro seguro, a consultar su prestigioso consejo.

El hijo mayor hacía continuos viajes á Valencia con la espuerta al hombro, trayendo estiércol y escombros, que colocaba en dos montones, como columnas de honor, á la entrada de la barraca. Los tres pequeñuelos, graves y laboriosos, como si comprendiesen la grave situación de la familia, iban á gatas tras los cavadores, arrancando de los terrones las duras raíces de los arbustos quemados.

Como una cinta de oro serpentea a través de los arbustos, donde un ejército de ruiseñores, ignorando su mérito, afinan sus gargantas para entrar en lucha con las ranas instaladas abajo. Los tres seres hermanos destinados a vivir juntos desde entonces en aquella soledad florida, donde todo inspira canciones, están reunidos en círculo íntimo.

Por una y otra banda, las caras o fachadas tienen anchuras, quiere decirse, patios cercados de verjas mohosas, y en ellos tiestos con lindos arbustos, y un mercadillo de flores que recrea la vista.

Se distinguían perfectamente las palmas de coco, las cañas de azúcar, las sensitivas gigantes y hasta los arbustos. La tierra toda hasta la misma orilla del mar estaba cubierta de espesísimos bosques.

El patio grande, en el cual se juntaban en otro tiempo los hombres de armas antes de las expediciones de pillaje, está lleno de escombros y de hoyos: difícil es abrirse camino á través de tupidos grupos de arbustos y de hierbas altas: se teme pisar alguna víbora oculta entre dos piedras ó caer en la boca, abierta aún, de una mazmorra. Andemos, sin embargo, mirando atentamente al suelo.

Hablo de las lianas enormes, las lujosas parásitas y muchos árboles y arbustos del Nuevo Mundo, que yo habia saludado en los dias de la juventud, errante cazador, entre las selvas seculares de mi dulce patria.