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Actualizado: 19 de mayo de 2025
El invierno dispersa á los toreros y da treguas á los caballos viejos y los toros. Las capitales clásicas de la tauromáquia son Madrid, Sevilla, Valencia y Barcelona. Es allí donde se conservan los mas espléndidos circos y adonde afluyen, en busca de aplausos, dinero y aventuras galantes, los mas célebres espadas, los mas guapos picadores y los mas ágiles capeadores.
Gallardo, que adivinó en su fuga la súbita inmovilidad del toro, no saltó la barrera: se sentó en el estribo y así permaneció algunos instantes, contemplando a su enemigo a pocos pasos. La derrota acabó en aplausos por este alarde de serenidad.
Pero salgámonos della; que aun con las relaciones ni los pensamientos no podemos los demonios pasealla, y vuelve los ojos a aquel edificio que se llama la Lonja , cortada del pernil de San Lorenzo el Real, diseño de don Felipe II, y a mano derecha della está el Alcázar, posada real y antigua de los reyes de Castilla, fértil albergue de la primavera, de quien es ilustrísimo Alcaide el Conde Duque de Sanlúcar la Mayor, gran Adtlante del Hércules de España, cuya prudentísima cabeza es el reloj del gobierno de su monarquía; que a no estar labrado el Buen Retiro , fábrica de inimitable ejemplar por el edificio, los jardines y estanques, tuviera este palacio sevillano la primacía de todas las casas reales del mundo, poniendo en primer lugar el real salón que la majestad del rey don Felipe IV el Grande ha copiado de su divina idea, donde todas las admiraciones vienen cortas, y las mayores grandezas enjaguadas . Más adelante está la Casa de la Contratación, que tantas veces se ve enladrillada de barras de oro y de plata . Luego está la casa del bizarro Conde de Cantillana, gran cortesano, galán y palaciego, airoso caballero de la plaza , crédito de sus aplausos y alegría de sus Reyes; que esto confiesan los toros de Tarifa y Jarama cuando cumplen con sus rejones, como con la parroquia . Luego está, junto a la puerta de Jerez, la gran Casa de la Moneda, donde siempre hay montones de oro y de plata , como de trigo, y junto a ella, el Aduana, tarasca de todas las mercaderías del mundo, con dos bocas, una a la ciudad y otra al río, donde está la Torre del Oro y el muelle, chupadera de cuanto traen amontonado los galeones en los tuétanos de sus camarotes.
Luego sonaban las trompetas anunciando la suerte de matar, y se repetían los aplausos. Carmen quería irse. ¡Virgen de la Esperanza! ¿Qué hacía allí?... Ignoraba el orden que iban a seguir los matadores en su trabajo.
Sí, lo haré de muy buen grado contestó el sabio, trocándose repentinamente en el hombre más suave y meloso de la tierra. Voy á decir cómo desarrollaría yo mi pensamiento; pero han de prometerme que no he de ser interrumpido por aplausos ni otra manifestación semejante.
Allí desapareció a los ojos atónitos del animal y a las ansiosas miradas del público, el cual, ebrio de entusiasmo, atronó los aires con inmensos aplausos, porque siempre conmueve ver que los hombres jueguen así con la muerte, sin baladronada, sin afectación y con rostro inalterable. ¡Vean ustedes si ha tomado bien las lecciones de Montes!
Y los dos amantes, en una continua borrachera, que apenas se desvanecía era reforzada, como si temiesen perder la ilusión viéndose fríamente sin la engañosa alegría del vino, iban de un lado a otro, cual un vendaval de escándalo, entre los aplausos de la gente joven y la indignación de las familias. Salvatierra escuchaba a su discípulo con gesto irónico. Le interesaba Luis Dupont.
Pero no adelantemos los sucesos; prescindamos de este episodio que apenas tiene relación con nuestra historia, y volvamos a la noche en que Rosina Stolz apareció en el teatro de Río por vez primera. Rafaela, que era generosa de todo, lo era también de aplausos y de alabanzas.
Correrá de boca en boca, llegará á oídos de todas las personas que me interesan. Ella lo sabrá, se reirá tal vez de mí. Todos se reirán ahora." Lo más particular es que desde que bajó de la tribuna empezaron á ocurrirle grandes pensamientos, magníficos recursos de elocuencia, soberbios golpes de efecto, citas oportunísimas; y estaba seguro de que diciendo aquello, arrancaría grandes aplausos.
¡Albricias, amigos! ¡Viva la lengua castellana! Una salva de aplausos recibió la noticia; todos se abrazaban, todos tenían los ojos brillantes de lágrimas. Pecson era el único que conservaba su sonrisa de escéptico. El que venía á traer tan buena nueva era Makaraig, el joven que encabezaba el movimiento.
Palabra del Dia
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