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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Yo quiero panderetas, yo quiero cascabeles, quiero trinos de pájaros y ruido de caireles, yo quiero la alegría de los días de sol, quiero la chillería de la niñez dichosa, y en medio del concierto de este bullicio humano una salva de aplausos por mis primos hermanos. Ya sólo falta un acto, Y ese os toca a vosotros concluir.

Y como al concluir fuera acogida esta relación con una salva de aplausos, animóse el recitador y nos endilgó otra, no menos famosa, que empezaba: Allá arriba, en aquel alto, hay una fuente muy clara, donde se lava la Virgen sus santos pechos y cara.... ............................

Una salva de aplausos le sacó de su meditacion. El telon acababa de levantarse y el alegre coro de campesinos de Corneville se presentaba á sus ojos, vestidos con sus gorros de algodon y pesados zuecos de madera en los piés.

Además, sentía el miedo a los compatriotas, con los cuales debía vivir siempre, y cuya opinión era más importante para él que los aplausos del resto de España. ¡Ay, el terrible momento de la salida, cuando, vestido por Garabato con el traje de luces, bajaba al patio silencioso!

Areche, Medina y Mata-Linares, autores de tantas atrocidades, recibieron honores y aplausos: pero el aspecto de las víctimas, sus últimos lamentos, sus miembros palpitantes, sus cuerpos destrozados por la fuerza de los tormentos, son recuerdos que no se borran tan facilmente de la memoria de los hombres; y debe perpetuarlos la historia para entregar estos nombres á la execracion de los siglos.

¡Que entre, que entre ahora mismo! gritaba la asamblea como un solo hombre, presa de entusiasmo abolicionista. Entonces Valle abría la puerta y sacaba de la mano al negrito, el cual se dejaba abrazar de todos los comensales entre vítores y aplausos. Y después se emborrachaba como cualquier blanco, y aun mejor algunas veces.

Bien pueden, para realzar su crédito y levantar su autoridad, reunirse en Junta y colmarle de vítores y aplausos; pero tan entusiasta patriotismo recordará involuntariamente el del Senado romano cuando, después de la batalla de Cannas, dió fervorosas gracias al cónsul Varrón porque no había desesperado de la salud de la patria. Yo no quiero desesperar, ni desespero tampoco.

Ansiaba la gloria de los aplausos, la aclamación de las muchedumbres, con el anhelo de un principiante; como si la reciente cogida hubiese desdoblado su existencia; como si el Gallardo de antes fuese otro, y él tuviera que comenzar de nuevo su carrera. Para fortalecerse, decidió pasar el resto del invierno con su familia en La Rinconada.

En seguida añadió: Según el pagaré, me eres deudora de diez mil reales, y como me has dado ocho mil, me debes dos mil aún. Yo te los perdono. La generosidad de don Ramón fue solemnizada por toda la concurrencia con los más ruidosos aplausos. Veinte días después de lo que acabamos de contar se celebraron las bodas de Juanita y don Paco.

El día anterior había regresado muy tarde á la ciudad, después de verse festejado y admirado durante varias horas por más de cien mil mujeres. Su discurso en las gradas del templo de los rayos negros lo había escuchado esta enorme multitud, interrumpiéndolo con aplausos. Su éxito resultó tan ruidoso como el del joven poeta rival de Golbasto.

Palabra del Dia

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