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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Una salva de aplausos los hace reaparacer cogidos de la mano los que hace cinco segundos se perseguían y se iban á pegar, saludando aquí y allá al galante público manileño y cambiando ellas miradas inteligentes con varios espectadores.

Y qué placer el verle dar zancadas, voltear, saltar, danzar, enardecido por los aplausos de la tripulación, y excitado por los latigazos que el maestro Zeli le administraba de cuando en cuando para conservar su agilidad.

De este modo vio Ojeda cómo se movía su amigo en el salón con aire de autoridad, cual si fuese el héroe de aquella fiesta, abriéndose paso entre las sillas para ir en busca de las artistas, inclinándose ante ellas con su «saludo de tacones rojos», dándolas el brazo para conducirlas al estrado y quedándose junto a la pianista o la cantante, al cuidado de sus papeles, e iniciando las salvas de aplausos.

Finalmente, en esto, como en todo lo demás, se reconocía el gusto y la esplendidez de Rivera. Su aparición causó mágico efecto en el auditorio y fue saludado con una salva de aplausos. También a la intendenta se la aplaudió al salir.

Cuando salía de la escena entre aplausos, por pocos que fueran, veía a Reyes que batía palmas entusiasmado; entonces sonreía ella, inclinaba la cabeza saludando y pasaba discretamente cerca del infeliz enamorado. ¡Qué perfume el que dejaba tras de aquella mujer! Era un perfume espiritual, según él; no se olía con las groseras narices, sino con el alma.

¡Dorotea! ¡Dorotea! dijo una voz cerca de ellos. ¡Otra vez á la escena! exclamó la joven ; ¡oh, malditas sean las comedias y mi suerte!... Esperadme, no os vayáis. Y desasiéndose del brazo de Juan Montiño, atravesó rápidamente el espacio comprendido entre los telones, y salió á la escena. Poco después se oyeron fuera estrepitosos aplausos.

Clotilde se confesó conmigo, declarándome que estaba perdidamente enamorada; que sus aspiraciones ya no tenían nada que ver con el arte escénico, el cual le parecía una esclavitud insoportable; que su ideal era vivir tranquilamente, aunque fuese en una guardilla, unida al hombre que adoraba; que la mujer había nacido para ser el ángel custodio del hogar y no para divertir al público, y que estimaba ella más el reinar en una humilde vivienda iluminada por el amor que todos los aplausos de la tierra.

Una tempestad de bravos y de aplausos estalló al fin en el teatro, y Villamelón salió entonces de su arrobamiento, exclamando con aire de reconcentración profunda: ¡Lo dije!... El vol-au-vent de codornices se me indigesta siempre...

Esto halagaba mi vanidad, pero no llenaba mi corazón. ¡A! ¡no! en él resonaban huecos los aplausos; le aturdían, pero no le conmovían. Y me faltaba algo; yo era pobre; trabajando á partido ganaba poco; me veía obligada á alquilar trajes, en que todo era falso y muchas veces viejo; otras llevaban sedas y brocados, y perlas y diamantes... eran queridas de algún gran señor.

El exnovicio se pasó el dorso de la mano sobre los labios y mirando á la pared de enfrente entonó la canción pedida con un vozarrón tremendo. Al concluir lo saludaron sus oyentes con una tempestad de aplausos y gritos, y Tristán agarró el vaso de cerveza que halló más cerca y lo vació de un tirón.

Palabra del Dia

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