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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Es cierto que se atribuyó, por un exceso imaginativo, la mitad del acto de su discípulo, pero concediéndole generosamente la otra mitad. De eso estaba seguro Pierrefonds. Recordaba con orgullo los aplausos del público dirigidos á su persona.... Pero este público ya no se acordaba de él. La muchedumbre parecía haber perdido la memoria.

Inmediatamente volvió sus ojos á la mesa, olvidando al príncipe, al oir un nuevo rugido del público. Faltaba poco para que algunos saludasen con aplausos los repetidos triunfos de la duquesa.

Los guardias, teniendo en consideracion la categoría del rebelde, van á buscar al cabo, mientras casi toda la sala se deshace en aplausos, celebrando la entereza del señor que continúa sentado como un senador romano.

La juventud de las puertas, siempre bromista, se empeñó en hacerle repetir la romanza; pero don Serapio tuvo bastante buen olfato para advertir que los aplausos juveniles no eran de buena ley, y se negó a complacerla.

Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero aun así, no las tengo todas conmigo. Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le mando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta de previsión. Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que escribía. Acababa yo de leer multitud de libros devotos.

Mariana, bajo este aspecto, merece más aplausos que los demás escritores de nuestra nación, consagrados también á escribir la historia, puesto que el primero hubo de dar una forma á inmensos materiales desordenados, y los demás encontraron ya abierta la senda que, más ó menos limpia ó más ó menos alterada en su dirección primitiva, había de llevarles al lugar deseado.

Los violines los tocan unos militares británicos, que contestan con sonrisas de brillante marfil á los aplausos y aclamaciones del público. Sustituyen á los antiguos ziganos de casaca roja. Las mujeres señalan á uno de ellos, repitiéndose el nombre del padre, lord célebre por su nobleza y sus millones. «Gocemos locamente, hermanos, que mañana hemos de morir

Sin cesar la indispensable salva de aplausos, se alzó el ministro de la Gobernación. Dijo casi lo mismo que su presidente, pero con más sal y pimienta. De ésta dedicó la mayor parte a las impaciencias del partido que se juzgaba heredero inmediato del Poder.

Con una servilleta enrollada cubría los ojos de las señoras, indicábalas el número de pasos que las separaba del dibujo, y cogiéndolas luego de un brazo les hacía dar vueltas para desorientarlas. Avanzaban titubeantes las jugadoras, y al agacharse, trazando una cruz en el suelo, que equivalía al ojo, un estrépito de carcajadas y aplausos irónicos acogía su obra.

Con una salva de aplausos fué saludado el doctor Cárdenas, al terminar su sencilla y patriótica peroración. A continuación habló el doctor Mario García Kohly. He aquí su brillante discurso: Sr. General en Jefe de las Fuerzas Armadas de la República.

Palabra del Dia

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