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Actualizado: 7 de julio de 2025
El joven militar era sin duda poco amante del silencio, y de carácter alegre y comunicativo, porque por el camino comenzó á hablar con singular volubilidad, pareciendo que el obstinado mutismo del viejo estimulaba más su prolija locuacidad.
Dirígese, pues, en apariencia, á Isabel, escribiendo los versos que siguen: Aunque amante me juzguéis De otro gusto, y como ingrato Me presumáis todo olvido, Yo soy vuestro y no os agravio. El Rey suspira, Isabela, Celoso como indignado, Porque ignora que disculpa Mis desvelos amor casto.
Algunos días el Delfín ofrecía regalos y dinero a su amante; pero esta no quería tomar nada. Se le había encajado en la cabeza una manía estrambótica, de que ambos se reían mucho, cuando ella la contaba. Pues la manía era que Juanito no debía ser rico.
La bella Kadjira, contemplando el infortunio de Mahoma, le dijo: «¡Yo seré tu primer creyente!» Cristeta, viendo desdichado a su amante se le entregó diciendo: «Mis labios son manantial de consuelo. ¡Bebe!» Después... suspiros sofocados por caricias y una sensación nueva, indefinible, mitad material, mitad extrasensual. ¿Hizo bien? ¿Cometió gran pecado? ¡Ah!
Durante una ausencia de un año, mi corazón cada vez más amante, á medida que la inquieta fogosidad de la juventud se amortiguaba, me acosó más de una vez para que volviera á los lugares de la fuente de mi vida, entre la tumba de mi madre y la cuna de mi tierna hermana; pero mi padre había fijado la duración precisa de mi viaje, y no me había educado de modo que pudiese desobedecer ligeramente sus órdenes.
Esto indignó tanto a Osorio, que un día, sin que se despidiesen de su madre, las metió en el coche y las llevó él mismo al colegio. Por cierto que a la noche, cuando Clementina regresó, hubo con este motivo una escena violenta entre los esposos. Raimundo también padecía con las ocupaciones de su amante.
Elena que era propensa a ellos, como una niña de pocos años, pronto se halló en su centro dejando pasar al través de sus ojos y su boca aquella infantil, inagotable alegría que formaba su principal encanto. Antes que hubiesen terminado de comer llegó el vizconde de las Llanas, el cual, por ciertos signos indubitables, pronto hizo comprender a Elena que era el amante de Enriqueta Atienza.
El canal termina entre manglares para perderse en las ondas cristalinas de la bahía, sumamente prolongada hácia el interior; la brisa del Atlántico sopla con vigor; la ancha vela del bote se desplega y flota de proa á popa; el horizonte se ensancha; las aguas toman el olor, el color y la aspereza de las aguas marinas; los remos dejan de agitarse; el tiburon persigue implacable á ejércitos de peces primorosos; las colinas de la costa se ofrecen á la vista; se siente el sordo y lejano mugido del mar; el mundo de las selvas acaba, el del abismo infinito comienza; y al fin, surcando una bahía de admirable belleza, que ensancha el corazon y da la primera nocion de la majestad del Océano, el viajero ve á Cartagena, bella, melancólica, romántica, sentada entre dos bahías, como una garza nadando en el Atlántico; y el Colombiano, el Granadino, amante de la libertad y de las glorias de un pueblo heróico, no puede menos que levantar la voz y saludar á la vieja y noble ciudad, diciéndole con el arrebato de la admiración; «Salve, gloriosa Cartagena, tierra del heroismo supremo y la abnegacion, cuna de poetas y mártires, sepulcro arrullado por las ondas, escombro de la opulencia que fué para no resucitar sino en un lejano porvenir!»
Su deseo era llegar á Chile en busca de un hombre: tal vez su marido, tal vez un amante que la había abandonado. Los vientos glaciales de la Puna la envolvieron en lo más alto de la planicie, y ella y su criatura, refugiadas en una oquedad del suelo, murieron de frío y de hambre.
«Tras estos mármoles fijos Verá nuestra amante fe, Que una madre siempre ve Las lágrimas de sus hijos.» Lector mio, cuando esta obra se publique, no te parezca cara.
Palabra del Dia
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