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Actualizado: 7 de julio de 2025
Ya a esta sazón aclaraba el día; y, así por esto como por el ruido que don Quijote había hecho, estaban todos despiertos y se levantaban, especialmente doña Clara y Dorotea, que la una con sobresalto de tener tan cerca a su amante, y la otra con el deseo de verle, habían podido dormir bien mal aquella noche.
Es inútil decir que quedó contento de su introducción. Es encantadora me dijo, la sociedad. ¡Qué alegría! ¡Qué generosidad! ¡Ya tengo amigos, ya tengo amante!
Sin embargo... pudiera suceder... la comedianta no está en su casa. ¡Cómo! ¿os habéis metido en averiguar?... Sí, don Francisco, sí... he tenido celos... los tengo... no hace ni más ni menos tiempo que me conoce á mí don Juan, que el que hace que conoce á esa mujer, y sin embargo, yo soy su esposa y le amo; ¿tendrá algo de extraño que esa mujer, que le ama también, sea su amante?
Ciertamente: se llama viuda de un caballero de la montaña. ¡Ah! todas estas son viudas ó tienen su marido ausente. Y presente el amante. ¿Y quién es el amante de esa mujer? El amante de esa dama es el amante de mi mujer. ¡El amante... de vuestra mujer!...
Ya ve usted, tío... esto pudiera producir un lance muy desagradable. ¿Cuánto es? Cien pesos. ¿Nada más? No se me hace mucho. Era claro que la vida de mi sobrino y su honor se hallaban en inminente riesgo. ¿Qué podía hacer un tío tan cariñoso, tan amante de su sobrino, tan rico y sin hijos? Conté, pues, sus cien pesos, es decir, los míos. Sobrino, vamos a la casa donde está empeñada la repetición.
De un amante enternecido ruegos ¿qué no han ablandado? ternezas ¿qué no han vencido? suspiros ¿qué no han obrado? lágrimas ¿qué no han podido? Solo en mi triste se vieron ruegos que no enternecieron, ternezas que no importaron, suspiros que no ablandaron, lágrimas que no pudieron.
Elena no estaba para bromas. Escuchó con indiferencia lo que su amante le decía y sin responderle abrió el balcón y salió a la terraza. Núñez la siguió. Ambos se reclinaron sobre el antepecho y guardaron silencio unos momentos.
6 Cuál es afecto mayor, lealtad, sangre ó amor, de D. Francisco de Bances Candamo. 7 Por su rey y por su dama, del propio autor. 8 También hay piedad con celos, de D. García de Aznar Vélez. 9 El español más amante y desgraciado Macías, de tres ingenios. 10 El valor no tiene edad, de Juan Bautista Diamante. Loa y baile para la comedia de Ícaro y Dédalo.
¡He aquí un joven verdaderamente singular me dije, a quien una amante consuela la pérdida de una herencia! Y terminé mi inventario. Algunas horas después, de vuelta ya en mi casa, vi entrar a Arturo como un loco, fuera de sí. ¡Ya no está allí! exclamaba, ¡ya no está! ¡La he perdido! ¡La he perdido por culpa mía!... ¡Alguna infidelidad!...
Cuantos más dolores pasa el mártir, tanto más ama la palma del martirio. Luisa y su amante se habian enamorado con un doble afecto: se habian enamorado de sus personas y de su infortunio; se amaban por lo que se amaban y por lo que sufrian; por lo que sentian y por lo que lloraban; es decir, se amaban como amantes y como héroes.
Palabra del Dia
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