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A veces, una red oculta entre los adornos de la banderilla, salían unos pajarillos y se echaban a volar. ¿Quién sería el primero a quien se le ocurrió la idea de producir este notable contraste? No tendría, por cierto, intención de simbolizar a la inocencia indefensa, alzándose sin esfuerzo sobre los horrores y las feroces pasiones de la tierra.

La dócil y vetusta zagala obedeció y alzándose de su asiento pasó por delante del mayordomo y Bartolo. Entonces el primero al cruzar la pellizcó en una pierna. Maripepa lanzó un grito. Regalado, con increíble malicia, se volvió hacia Bartolo y le amonestó severamente. ¡Cuidado, Bartolo! No hagas esas cosas, que todavía no tienes derecho á ello.

Todo eso está muy bien, pater, pero el rey siempre arriba, ¿estamos? y los demás a callar y obedecer. ¡El papa no calla nunca, señor barón! Pues se le pone una mordaza. ¡Quisiera yo ver ¡porra! ¡reporra! ¡cien veces porra! quién se la ponía estando cerca Fray Diego de Areces! gritó el clérigo alzándose convulso y echando fuego por los ojos.

Todo esto allí, al alcance de la mano; y fuera de allí, la familia de Neluco en Robacío; en Promisiones, el hidalguete mi consanguíneo, y más allá, dominándolo todo y alzándose sobre todo como un faro de poderosa luz, la figura escultural del caballero de la torre de Provedaño.

De esta manera llegan hasta los pies de la Virgen y allí se despiden cantando largo rato. Luego, caminando hacia atrás, sin volver la espalda, doblando las rodillas cada pocos pasos y alzándose después, salen de la iglesia sin dejar de cantar y de sonar los panderos. Fuera se diseminan. Todas llevan colgado al cuello el santo escapulario tocado á la Virgen.

¿Qué haces, pícaro? exclamó el caballero alzándose bruscamente y mirándole con afectada severidad. El chico, aterrado, se dio a la fuga. La niña reía: sus carcajadas sonaban frescas y cristalinas como el gorjeo de los pájaros. ¡A ése! ¡a ése...! ¡Al ladrón! gritaba Reynoso. Luego, sacando del bolsillo un caramelo, se lo dio a la niña diciendo: , que eres buena, toma. A ese tunante nada.

Al tercero dia de la espantosa refriega, viendo Taric que en los muslimes iba cayendo el valor, alzándose en los estribos i dando á su caballo aliento, soltó la voz á estas razones: «Esforzados muslimes, siempre vencedores, nunca vencidos; ¿qué ciego furor os guia á dejar el campo i la victoria, por el godo enemigo? ¿Dónde está vuestro arrojo? ¿dónde vuestras pasadas glorias? ¿dónde la constancia?

Me obstiné, y entonces, alzándose con una dignidad y una firmeza supremas, me dijo: Si no sigue usted su camino, caballero y me deja en paz, llamaré al sereno. A tal arranque tomé mi partido: arrojé la onza en la cesta de la muchacha, y me alejé. Por favor, caballero, me dijo corriendo tras de y con acento entre suplicante y colérico: usted está equivocado y tira su dinero.

Efectivamente aún no te he visto con la cara hinchada... ¡Pero no te descuides! Todavía charlaron unos momentos embromándose mutuamente cuando se oyó el grito del conserje : Conferencia del señor Jiménez... Conferencia del señor Jiménez. Vamos a oír a Jiménez dijo Núñez alzándose de la mecedora. Sin embargo, Tristán todavía sentía un vago malestar en su espíritu.

Mírate en aquel espejo y doña Beatriz señalaba uno que estaba colgado enfrente, adornando la sala ; sería menester ser un estúpido para no comprender quién eres ; para pensar mal de ti al ver esa cara. Doña Beatriz dió en ella a su hermana una docena de sonoros besos, alzándose de su asiento y abrazándola. ¡Qué buena y qué loca eres! dijo Inesita.