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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Entonces el corrido y avergonzado Pepe de la Esguila montó en cólera de pronto, dejó el instrumento en el suelo, y alzándose del asiento con los ojos encendidos y agitando los puños frente a la cazuela, gritó: ¡Ya te arreglaré en cuanto salgamos, Percebe! ¡Chis, chis! ¡Silencio, silencio! exclamó todo el público. ¡Qué has de arreglar, morral! Anda adelante y toca mejor la trompeta.

Y Salvador, alzándose de la silla, volvió a cruzar el salón al compás de sus cavilaciones, mientras Rita suspiraba al son de las suyas.... Aprovechó el médico la ocasión de haber sido llamado a la cabecera de Julio para menudear sus visitas a Rucanto, y doña Rebeca le recibía muy amable.

Acaso Gonzalo fuese un poco más alto. El robusto corpachón de éste, alzábase sobre el grupo. Daba la mano por encima de las cabezas a los amigos que no podían llegarse a él, y su noble y bondadosa fisonomía sonreía a todos. Don Mateo, alzándose sobre la punta de los pies y tirándole del brazo para que se doblase, pudo decirle al oído: ¡Qué función te has perdido, Gonzalo!

Y don Manuel, alzándose del sillón, estrechó al muchacho en un abrazo ardiente, y teniéndole así, preso y acariciado, dijo con solemnidad: Doy por recibido tu juramento, y le pongo este sello de nuestro cariño. Quiso salvador confirmar: yo juro; pero el de Luzmela le tapó la boca con su descarnada mano. Está jurado, hijo mío; ven y siéntate otra vez a mi lado; no me sostienen las piernas.

Pero alzándose bruscamente comenzó a pasear con agitación por la estancia mientras decía gesticulando nerviosamente: ¿Y yo qué culpa tengo...? Quisiera, aun a costa de mi sangre, arrancarme de la imaginación estas escenas, pero ellas no quieren huir. Si por algunos momentos se eclipsan es para aparecer nuevamente más vivas, más crueles.

Llegado el momento crítico de poner las banderillas, que fue en el segundo novillo, las cogió, y aunque muy pálido, marchó resueltamente hacia él; se puso con los palos en cruz, y alzándose sobre la punta de los pies, comenzó a mugir terriblemente para llamar la atención del animal; y en efecto, así que éste le vio en aquella actitud fanfarrona, vino rápidamente a embestirle.

Entonces, con sorpresa de todos, vieron que el barón de Morel no sólo no había huido sino que se dirigía en derechura al oso con tranquilo paso, llevando en la mano el rojo pañuelo de seda que en ella tenía cuando hablaba con Simón y sus amigos. El oso llegó hasta él, dió un sordo gruñido, y alzándose sobre las patas traseras, levantó la poderosa zarpa.

El conde se puso colorado hasta las orejas, y las hubiera entregado seguramente a las tijeras por no haber pronunciado aquellos dos fatales monosílabos. Bien... dijo la joven alzándose de la silla. Hasta luego. Me alegro de verte bueno. ¡Escucha! ¿Qué hay? dijo retrocediendo el paso que había dado para alejarse y posando en él unos ojos sonrientes y maliciosos que concluyeron de fascinarle.

Cuando el barón lo montaba, y dando corcovos y alzándose de brazos salía de casa, la calle se estremecía, los vecinos se asomaban a las ventanas, los niños se refugiaban en las faldas de sus madres, todos contemplaban atónitos aquel centauro temeroso.

Pero si se contrae la mirada á la masa irregular de la ciudad, ella se pierde en el extraño laberinto de tantas calles estrechas, tortuosas, extravagantes; de tanto canales que serpentean en el seno de la ciudad, cortándola en todas direcciones, enlazándose ó bifurcándose de cien modos; de un enjambre de monumentos, de casas antiquísimas, singulares en todo, ora mostrando sobre las calles y plazas sus curiosas fachadas, era alzándose en tortuosas hileras sobre los canales, en cuyas aguas fangosas hunden sus cimientos y sus gruesos muros.

Palabra del Dia

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