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Actualizado: 28 de noviembre de 2025


El bufón se detuvo como devorando con cierto placer maligno la ansiedad del padre Aliaga. ¿De quién? dijo el fraile con impaciencia. De cierto mancebo á quien ha hecho capitán la reina con vuestro dinero. El padre Aliaga sintió el golpe en medio del corazón; se estremeció. ¿Y ama el señor Juan Montiño á Dorotea? Debe amarla, porque le ama ella: pero si no la ama, y la engaña, peor para él.

Temió que, replegado á la pared contra la puerta de una casa, teniendo inmediatamente pegada á á las espaldas para protegerla de todo ataque de costado á doña Clara, no la hubiese alcanzado algún golpe del bufón. ¡Una luz, una luz! exclamó Quevedo . ¿No traéis con vosotros una luz para ver lo que ha acontecido á doña Clara? ¡Cómo! ¿Está doña Clara con vos? dijo el padre Aliaga.

Y se fué á su mesa, abrió los cajones y los revolvió inútilmente. La carta no parecía. ¡Oh! exclamó recordando ; ¡la quemé!... pero... yo la recordaré entera... la recordaré porque quiero recordarla... la memoria obedece á la voluntad. Y con toda su voluntad, con todo su deseo, el padre Aliaga procuró recordar el contenido de la carta de la reina.

¡Un gentilhombre del rey! dijo el padre Aliaga con sorpresa ; que entre, que entre al momento. Poco después un joven gentilhombre saludaba al padre Aliaga y le decía entregándole un grueso pliego: Del rey. ¿Y esto es urgente? dijo el padre Aliaga. Urgentísimo. ¿Y os han encargado algo además?

Pues si ese caballero ha entregado á la reina esas cartas, y don Rodrigo Calderón no muere... ¿qué importa que muera don Rodrigo...? siempre quedarán el duque de Lerma, el conde de Olivares, el duque de Uceda, enemigos todos de su majestad; si esas terribles cartas han dado en manos de su majestad, ésta se creerá libre y salvada, y apretará sin miedo, porque es valiente y la ayuda el padre Aliaga...

El tío Manolillo, al sorprender el secreto del alma del padre Aliaga, se alegró: porque tener en sus manos á un religioso de la orden de Predicadores, tal como el padre Aliaga, era tener un tesoro para el caso, no imposible, de que Dorotea se viese sujeta á un juicio por la Inquisición.

Por eso había sacado de su casa á Dorotea para llevarla á palacio. El padre Aliaga, por su parte, gravemente interesado en conocer á la Dorotea, y por las demás razones que hemos indicado, había ido á palacio también. El confesor del rey entró, llevado en su silla de manos, por la puerta de las Meninas, y se hizo conducir á un rincón del patio, bajo las galerías.

El rey se quedó removiendo el brasero y murmurando: Creo, Dios me perdone, que la duquesa me teme: bien haya el que me ha mostrado el camino; pero ¿quién será?¿El padre AliagaBah! el padre Aliaga no se anda conmigo con misterios... ¿quién será?¿Quién será? Abrióse la puerta por donde había entrado poco antes la duquesa, y el rey se calló. Adelantó doña Juana, pero pálida y convulsa.

No lo contestó el bufón ; yo no me detuve más que á recoger la criatura, la envolvi en mi capa y me volví á la casa de vecindad. No. ¿Pues por qué me preguntáis por ella? Continuad. Cuando conozcáis á Dorotea, sabréis cuán hermosa era Margarita. ¡Margarita! exclamó el padre Aliaga, poniéndose letalmente pálido. ¡Se llamaba Margarita! observó maquinalmente el rey.

El cocinero, que hacía ya mucho tiempo no era otra cosa que una máquina que se movía á voluntad de la potencia que tenía al lado, se levantó y dió á correr, temblando, llorando y rezando, todo á un tiempo. El padre Aliaga, levantándose los hábitos, asido del brazo de Montiño, corría también. ¿Y quién es la persona á quien mata el tío Manolillo? dijo el padre Aliaga.

Palabra del Dia

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