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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Las monjas y las recogidas, que al sentir el alboroto salieron en tropel a los corredores del principal y del segundo piso, prorrumpieron en chillidos. Parecía que se venía el mundo abajo. ¡Dios mío, qué bulla! Y a las exclamaciones de arriba respondía la tarasca con aullidos salvajes.
Y dezian, No en dia de fiešta: porque no še haga alboroto en el pueblo. Y eštando Iešus en Bethania en caša de Simon el leprošo. Vino á el una muger con un [vašo de] alabaštro de unguento de gran precio, y derramôlo šobre la cabeça deel eštando šentado
23 Entonces hubo un alboroto no pequeño acerca del Camino. 24 Porque un platero llamado Demetrio, el cual hacía de plata templecillos de Diana, daba a los artífices no poca ganancia; 25 a los cuales, reunidos con los obreros de semejante oficio, dijo: Varones, sabéis que de esta ganancia tenemos nuestras riquezas;
Después de buscar á tientas el llamador, lo hizo sonar dos veces fuertemente. Tiraron desde arriba por un cordel y se abrió la puerta. Entonces Pedro no hizo más que depositar con presteza el cuerpo del señorito en tierra, y echarse á huir como un gamo por las calles. No fué pequeño el alboroto que se armó en la casa de D. Baltasar así que hallaron al joven en semejante estado.
A no caer el Ingles en el engaño, Que causan con banderas y alboroto, Hiciera en aquel puerto mucho daño, Y fuera el miserable puerto roto. Milagro fué, sin duda, y caso estraño Estarse el enemigo algo remoto De tierra por tres dias, contemplando Lo que está nuestra gente maquinando.
Todo lo cual visto de improviso, en alguna manera alborotó a don Quijote y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura, y con este pensamiento, y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y, con voz alta y amenazadora, dijo: -Carretero, cochero, o diablo, o lo que eres, no tardes en decirme quién eres, a dó vas y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Carón que carreta de las que se usan.
Quiso, digo, quitar a las galeras sus pies, poner en alboroto a la Santa Hermandad, que había muchos años que reposaba; quiso, finalmente, hacer un hecho por donde se pierda su alma y no se gane su cuerpo.
»El poeta dijo entonces: «Mucho mayor alboroto fuera, si yo acabara aquella comedia de que tiene V. en prenda dos jornadas por lo que le debo, que la llamo Las tinieblas de Palestina, donde es fuerza que se rompa el velo del templo en la tercera jornada, y se obscurezca el sol y la luna, y se den unas piedras con otras, y se venga abajo la fábrica celestial con truenos y relámpagos, cometas y exhalaciones, en sentimiento de su Hacedor, que por faltarme dos nombres que he de poner á los sayones, no la he acabado.» «Ahí me dirá V., señor huésped, ¿qué fuera ello?» «Váyase, dijo el mesonerazo, á acabarla al Calvario, aunque no faltará en cualquiera parte que la escriba ó la represente quien la crucifique á silbos, legumbre y desperdicio.» «Antes resucitan con mis comedias los autores, dijo el poeta: y para que conozcan todos Vds. esta verdad y admiren el estilo que llevan todas las que yo escribo, ya que se han levantado á tan buen tiempo, quiero leerles ésta.» «Y diciendo y haciendo tomó en la mano una rima de vueltas de cartas viejas, cuyo bulto se encaminaba más á pleito de tenuta que á comedia, y arqueando las cejas y deshollinándose los bigotes, dijo leyendo el título de esta suerte:» Tragedia troyana, Astucia de Simón, Caballo griego, Amantes adúlteros y Reyes endemoniados.
Apretóle don Cleofás, como más amigo de saber, le dijese la causa de aquel alboroto; que no se había de volver a acostar sin descifrar aquel misterio.
Las cosas en tal punto, veo que aparece en la estancia Abu-el-Casín, capitán de la guardia africana, y prosternándose diez veces ante el Sultán, y tocando otras tantas la tierra con su frente, dijo: Príncipe de los creyentes, un loco que días ha vaga cantando y danzando por la ciudad, habrá una hora que en medio del estupor que ha causado la nueva de la catástrofe de la Sultana y del alboroto que ha movido el descubrimiento de su enfermedad, púsose de nuevo a bailar en el Zuc de los benimerines y en voz clara cantaba: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.
Palabra del Dia
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