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Actualizado: 12 de junio de 2025
De pronto, sin pensarlo, dile una respuesta airada. No me contestó. Quedóse triste y melancólico. Vi todo lo que pasaba por su espíritu; me pareció que su amor y la alegría, dimanada de este mismo amor, se derrumbaban; que ya no me querría nunca como siempre me quiso. ¡Ay, Dios mío! ¡qué pena! ¡qué angustia!
Lo mismo Carlota que su novio no pudieron menos de sonreír. Trascurrieron algunos minutos en silencio. Pero vamos a ver profirió después volviéndose airada hacia ellos, ¿cuándo me van ustedes a dejar en paz? ¿Se quieren ustedes casar pronto, empachosos? De eso se trata respondió gravemente Mario.
Y, viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo: -Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza -que también tenía una lanza arrimada a la encima adonde estaba arrendada la yegua-, que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.
Con todo, ni por un instante se le ocurría ceder. Flaqueaba su máquina nerviosa; pero la voluntad permanecía firme. «A usted la han informado mal insinuó con torpeza , respecto a la persona... que... Ni hay tal vida airada ni ese es el camino... Yo pensaba decirle a usted: 'Tía, pues yo... quiero a esta persona, y... mi conciencia...».
Desde que no tuvo testigos dejó de hablar de su hijo. Aquel silencio y su actitud airada no podían dejar a la pobre mujer la menor ilusión. Sentíase atemorizada.
A esta pregunta, y sobre todo al tono con que fué pronunciada, todos cayeron en la cuenta que una palabra no es más que una palabra, y se volvieron irritados y con vista airada al mismo Aben-Jomiz, que del cénit de su vanidad vino de cabeza al valle de lágrimas de la humildad. ¿Qué es la catalexis? pregunta el Sultán; le dijeron.
«Vamos, abuelito, que ya me canso, que se me acaba la paciencia, que las simplezas me cargan, que no estoy de humor de mimos...». Y con la loca impaciencia, airada, insensible para todo lo que no fuera su deseo y propósito, avanzó las manos contra el viejo, le atenazó los brazos, le sacudió un momento... ¡Ay!, ¡ay! Relimpio sintió que sus brazos se volvían de algodón.
PANTOJA. Sacrílego, ofendes a Dios con tus palabras. MÁXIMO. Más le ofende usted con sus hechos. PANTOJA. Basta. No he de disputar contigo... Nada más tengo que decirte. MÁXIMO. ¿Nada más? ¡Si falta todo! Vamos. Los mismos, EVARISTA; tras ella la SUPERIORA y dos HERMANAS de La Penitencia; después PATROS. EVARISTA. ¿Qué ocurre, Máximo...? He sentido tu voz, airada.
Ora en las ruinas de la antigua Roma Do se asienta la inercia y liviandad, Evocando la sombra de los Gracos En las tumbas te vieron meditar: Que impelida del soplo democrático Midió el mundo con paso colosal, Pero cayó sin fuerzas cuando airada Su escudo le quitó la libertad, Que deserta las glorias de los pueblos Si la virtud su apoyo no le dá.
La sierpe con la cola revolviendo, Al buen Capitan diera muy airada Un golpe tan terrible, que cayendo Venia el Capitan, y con la espada, En el suelo se tuvo, y acudiendo Con una venturosa cuchillada, Tal golpe de reves d
Palabra del Dia
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