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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Ora en las ruinas de la antigua Roma Do se asienta la inercia y liviandad, Evocando la sombra de los Gracos En las tumbas te vieron meditar: Que impelida del soplo democrático Midió el mundo con paso colosal, Pero cayó sin fuerzas cuando airada Su escudo le quitó la libertad, Que deserta las glorias de los pueblos Si la virtud su apoyo no le dá.
Tal fue la emoción del pobre hombre, que señalando con el bastón las letras, dijo enfáticamente a un cochero de punto que allí estaba: «¡Es mi sobrina!», y la frase salió de sus labios con aquella entonación de noble orgullo que debía de emplear la romana Cornelia cuando dijera: «¡Yo soy la madre de los Gracos!»
Cuando tengamos ocasión de penetrar en la vida privada de Carrascosa, sabremos algunos detalles de cierta aventura con una beldad quintañona de la calle de la Gorguera, y sabremos también los malos ratos que con este motivo le hizo pasar cierto estudiantillo, poeta clásico, autor de la nunca bien ponderada tragedia de los Gracos. "¿Pues no ha de ocurrir? dijo Calleja.
Poco después estaba tan profundamente dormido como los demás. Así terminó la tragedia de los Gracos. Nos ha sido imposible averiguar si al fin el senador Bufo Pompilio dió al senador Sexto Lucio Flaco el bofetón que deseaba. #La batalla de Platerías#. El sol y doña Leoncia aparecieron con igual esplendor y hermosura en las primeras horas del siguiente día.
Ausente el poeta y desocupado el parnasillo, don Gil trajo de la calle de las Urosas el baúl, que contenía sus tres casacas, su peluca del tiempo de Esquilache, sus cuatro camisas con chorrera, su capa y su espadín enmohecido, y se instaló donde había estado el autor de Los Gracos.
Un enorme canto, lanzado por las robustas manos de Tres Pesetas, chocó en la puerta tan fuertemente, que si hubiera cogido á alguno le hace añicos. Felizmente los jóvenes estaban seguros, y los de fuera, al ver que la presa se les había escapado, retrocedieron, marchándose todos á dar una armoniosa cencerrada al Capitán general de Madrid. #La tragedia de los Gracos.#
No seas bárbaro: Fedra querrás decir. Lo mismo me da Fedra que Pancrasia. Ya he dejado ese asunto ... eso no es nuevo. Ahora lo que conviene es un asunto patriótico. Eso me gusta. Al fin me decidí por los gracos.... Amigos, qué hombres eran aquellos! A ver dijo el Doctrino. Léenos algo de esos grajos. Debe ser cosa graciosa.
Ya le tenemos sentado sobre la mesa, con el manuscrito en la mano y alumbrado por el candilejo. El Doctrino y Javier se disputaban la causa con nuevo furor, y Lázaro, que estaba sentado en la silla, había cedido al cansancio, y apoyado en la misma cama, esperaba la primera escena de los Gracos.
"Ilusos o criminales dice un respetable escritor gracos o dulcamaras, su brillante fraseología sólo sirve para engañar a los crédulos y arrastrarlos a la perdición. ¡Qué cuadro doloroso el de estas naciones corroídas en que una fachada opulenta esconde un edificio en ruinas y en que el aparato de la civilización sólo sirve de máscara a la decrepitud y los vicios de la decadencia!" .
Tuvo una inspiración después, y quiso dejar tan trillado camino. Ideó un Subieski, un Solimán, un Arnoldo de Brescia, y, por último, un Padilla; pero no bien había escrito algunos versos, retrocedió por miedo á la antigüedad, y se fijó en los Gracos. Dió principio á la obra, y la remató poco antes de las escenas que estamos refiriendo.
Palabra del Dia
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