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Allá abajo, entre humo, en una capa de aire viciada por innumerables respiraciones, algo blanquecino indica una gran ciudad. Casas, palacios, altas torres, cúpulas se funden en el mismo color enmohecido y sucio, que contrasta con las tintas más claras de las campiñas vecinas.

Los laureles crecían rectos hasta llegar a las barandillas del claustro alto; los cipreses agitaban sus copas como si quisieran escalar los tejados; las plantas trepadoras se enredaban en las verjas del claustro formando tupidas celosías de verdura, y la hiedra tapizaba el cenador central, rematado por una montera de negra pizarra con cruz de hierro enmohecido.

Ausente el poeta y desocupado el parnasillo, don Gil trajo de la calle de las Urosas el baúl, que contenía sus tres casacas, su peluca del tiempo de Esquilache, sus cuatro camisas con chorrera, su capa y su espadín enmohecido, y se instaló donde había estado el autor de Los Gracos.

Entró la anciana en el primer corral, empedrado, todo baches, con habitaciones de puertas desiguales y cobertizos o cajones vivideros, cubiertos de chapa de latón enmohecido: en la única pared blanca o menos sucia que las demás, vio un barco pintado con almazarrón, fragata de tres palos, de estilo infantil, con chimenea de la cual salían curvas de humo.

Con un pequeño latir en el corazón, pensaba Delaberge en la vieja hospedería con su umbral, al que se subía por cinco escalones y con su muestra de hierro enmohecido, en los ojos lánguidamente soñadores de la señora Miguelina y en la figura rabelesiana y llena de malicia de su esposo...

El reino chico cuyo dueño absoluto era el señor, ya no es más que un distrito cualquiera, y el descendiente de los antiguos barones para nada le sirve el enmohecido mandoble de sus antepasados.

Era como si se hubiere abierto una ventana por donde penetrara un aire más puro en la atmósfera densa y sofocante de su estudio, donde su vida se iba consumiendo á la luz de la lámpara, ó á los rayos del sol que allí penetraban con dificultad, y donde aspiraba solamente el olor enmohecido que se desprende de los libros.

Casados casi todos ellos, con esposa e hijos en tierra, permanecen meses enteros separados de su familia dando bordadas por aquellas tan peligrosas costas, alimentándose solamente de pan enmohecido y cebollas silvestres. ¡Jamás beben vino, nunca comen carne, porque la carne y el vino cuestan caros, y su sueldo es sólo quinientos francos al año! ¡Figúrense ustedes si habrá obscuridad en la choza de allá abajo, en la marina, y si los niños irán bien calzados!... ¡No le hace!