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Actualizado: 12 de junio de 2025
Pasemos pronto de largo... En la oficina veo al intérprete enfrascado con dos grandes vocingleros completamente desnudos bajo largas mantas mugrientas, y narrando con airada mímica no sé qué historia de un rosario robado. Tomo asiento en un rincón, sobre una estera y miro... Bonito traje el del intérprete. ¡Y qué bien le sienta al intérprete de Milianah! Parecen pintiparados el uno para el otro.
Cumpliendo en las galeras la condena que se le impuso después del auto de fe murió Onofre Bartola, y así tuvo fin la airada vida de aquel ejecutor de la justicia, que fué á la par reo y verdugo.
El público del sol, que vio esta maniobra, púsose de pie con airada protesta. ¡Ladrón! ¡Asesino!... Indignábase en nombre del pobre toro, cual si éste no hubiese de morir de todas suertes; amenazaban con el puño al Nacional, como si acabasen de presenciar un crimen, y el banderillero, cabizbajo, acabó por refugiarse detrás de la barrera.
«No, no, no gritó Jacinta más bien airada que impaciente . Ahora mismo... ¿Crees que yo puedo dormir en esta ansiedad?». Pues lo que es yo, chiquilla, me acuesto dijo el Delfín, disponiéndose a hacerlo . Si creerás tú que te voy a revelar algo que pone los pelos de punta. ¡Si no es nada...!, te lo cuento porque es la prueba de que te han engañado. Veo que pones una cara muy tétrica.
Mozos de vida airada, acostumbrados a peleas nocturnas con las rondas de alguaciles y a largas estancias en la cárcel por deudas, convertíanse al otro lado del Océano en magníficos señores que destronaban emperadores, colocaban otros en su lugar, o concluían por sentarse en el trono.
«Nos separaremos como amigos dijo Santa Cruz tomándole una mano, que ella separó prontamente , y me retiro dándote un buen consejo». ¿Cuál? preguntó ella más airada que dolorida. Que te unas... que procures unirte otra vez con tu marido. ¡Yo...! exclamó la señora de Rubín con indecible terror . ¡Después de...! Ya te serenarás, hija. ¡El tiempo! ¿Sabes tú los milagros que ese señor hace?
Elena se levantó airada, y presa de un furor infantil se arrojó sobre él y comenzó a apretarle el cuello con sus preciosas, delicadas manos, a tirarle de las orejas y del bigote. ¡Toma! ¡por cazurro...! ¡por malo! ¡por gañán! Reynoso no podía defenderse; se lo impedía la risa.
Levantóse bruscamente, y después de mirarle con fijeza, entre airada y desdeñosa, le dijo con acento glacial: Tienes razón. Ese arreglo no puede convenirte.... Mejor será que cortemos de una vez nuestras relaciones. Y se dispuso a marchar. Raimundo quedó anonadado. ¡Clementina! gritó con desconsuelo cuando se hallaba ya cerca de la puerta.
Y no lo es, no, yo creo ahora que no lo es; pero si no sabe lo que es ¿cómo me va a perdonar?». Y airada ya contra Juan irrevocablemente, como si las nubes que pasan por el cielo del amor fueran sus lienzos funerarios, se levantaron como si hubieran hecho las paces, pero sin alegría.
Le respetaban porque era el más valiente y el mejor vestido. Algunas mozas de vida airada, atraídas por la varonil belleza del Zapaterín, que ya iba en los diez y ocho años, y por el prestigio de su coleta, disputábanse en ruidosa competencia el honor de cuidar de su garbosa persona.
Palabra del Dia
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