Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de mayo de 2025
Todo lo que le rodeaba era magnífico, rico y bello; desde el techo, de madera ensamblada, pintada y dorada, hasta el pavimento, cubierto de una alfombra de terciopelo, las tapicerías, los cuadros, los cortinajes, los muebles, las arañas de cristal de Venecia, los espejos con marcos de plata cincelada, las mesas cargadas de bujerías preciosas, aquella otra mesa con riquísimos manjares servidos en vajilla de oro, y lo que alegraba la malicia de Quevedo, con el escudo de arma cincelado de la casa de Lemos, las viandas exquisitas, los transparentes y límpidos vinos generosos en costosas y raras cristalerías; el fausto, el brillo, la nobleza por todas partes, y en medio de esto, viviendo para él solo, hermosa para él solo, enamorada para él solo, una mujer engalanada con un tesoro de joyas y del alhajas, semejante á un sueño, noble por su cuna, distinguida por su talento, envidiada por hermosa y esquiva, sensible, poética, valiente, obstinada, en lucha con él, todo esto mareaba á Quevedo, le aturdía, le adormecía, le fascinaba.
Para la noche no se podía contar con él; la atmósfera pesada del cuarto lo adormecía en seguida, y los quejidos de su padre eran impotentes para despertarlo. Generalmente era Juan quien velaba al señor Aubry. Este, por lo demás, lo llamaba sin cesar, para hablarle de los asuntos de la cristalería.
Medio cielo era de ámbar y el otro medio de azul nocturno, en el que empezaban á parpadear las primeras estrellas. El golfo se adormecía bajo la capa plomiza de sus aguas, exhalando una frescura misteriosa que se comunicaba á las montañas y los árboles. Todo el paisaje parecía adquirir la fragilidad del cristal.
Podía haber seguido engañándole; negar una vez más; mantenerlo en la dulce ceguera que le adormecía, sin fuerzas para buscar la verdad. «Vivimos de mentiras: sólo el engaño es dulce», decía ella en las horas de abandono, cuando en brazos de Sánchez Morueta recordaba su pasado de aventuras.
Obdulia le respondió con verdadera emoción, también en voz baja. Formaban la del uno y la del otro un murmullo suave, discreto, que sin saber por qué llenaba de emoción el alma de la joven. Sentíase poseída de una languidez extraña, de una felicidad íntima, que aniquilaba o adormecía su pensamiento.
Cuando hablaba, sus palabras fluían de la boca raudas, interminables, con un dulce acento persuasivo que cautivaba y adormecía. El gracioso dejo de su charla andaluza realzado por una voz melodiosa como pocas obligaba á escuchar con placer las mil sentencias y graves consideraciones en que abundaba su discurso. Por lo cual vivía en el fondo de su alma apartada del mundo plebeyo que la rodeaba.
En mi cuarto, por la noche, leía furtivamente las novelas de Dumas, ese gran amigo de la adolescencia, ese encantador de los primeros años; y me adormecía entreviendo la poética figura de Ascanio u oyendo el ruido de las espuelas de D'Artagnan. Una noche, durante la época de las vacaciones, Valentina se acercó a mi lado, y con un acento lleno de gracia, me dijo: ¿Va a comer mañana en casa?
No habiendo podido dormir en la noche, había pasado en calenturientos sueños parte del día, y me hallaba al despertar afectado de gran postración. Mi alma llena de tristeza se abatía, incapaz del menor vuelo, y encontrándose inferior a sí misma, hasta parecía perder aquella antigua pena que le producían sus propias faltas, y se adormecía en torpe indiferencia.
Palabra del Dia
Otros Mirando