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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Los dos jinetes sentían la honda emoción de una expectativa trascendental, temerosos de las consecuencias de una repentina resolución de los nobles brutos, y abrumados también por la actitud de intensa curiosidad con que eran observados por Baldomero, Hipólito, José, Águeda, el caballerizo, Juancito, los perros, las vacas y hasta las palomas que sobre los tirantes del techo inclinaban sus cabecitas como para mirarlos mejor.
Pero los motivos que pueden haberla impulsado al suicidio, no sólo no faltan, sino que abundan. Usted tiene, no obstante, un argumento de su parte, uno solo... Ferpierre se detuvo un momento para respirar. Roberto Vérod permanecía en la misma actitud en que desde el principio lo había escuchado: la cabeza baja, las manos estrechamente apretadas, como quien espera un golpe mortal.
Lucía se acercó también, con la sonrisa que le jugaba en los labios y en los ojos. Conocía a Julio de vista y por oídas. Tomó en seguida una actitud confiada y, enlazando la cintura de Charito, se apoyó en ella con dejadez familiar, lánguida. Parecía advertirle que reconocía en él a una persona de su misma clase sentimental; hizo que recayera la conversación sobre un tema galante.
Causó la entrada de este nuevo personaje una transformación a vista en la escena: mientras Artegui se levantaba furioso, Lucía, vuelta a la conciencia de sí misma, pasó las manos por las sienes, enderezose en el sillón adoptando actitud reservada, pero con las pupilas vagas aún, perdidas en el espacio. Hola, Artegui.... ¿Usted por aquí?
El Chucro silbó, imitando a la perfección el estridente grito de una ave acuática. Al oírlo, la Pepa tiró su anzuelo y corrió a su encuentro como un perro. Peñálvez se sorprendió extraordinariamente de su actitud de esclava. Pues antes, en la vida civilizada de la estancia de don Lucas, había sido la gallega más gruñona y colérica.
Sus negros cabellos, colocados algo bajos como los de las diosas, hallábanse algo torcidos simplemente en un rodete que caía sobre su nuca. Su cabeza, un poco echada hacia atrás, a causa de su peso, enderezábase un poco rígida en una actitud algo altiva y triunfante.
Respondedme, respondedme dijo Stein, cruzando las manos en actitud de un hombre profundamente angustiado. ¡Por Cristo Santo! dijo el duque , ¡ambos morirían a mis manos! Stein bajó la cabeza. Yo no los mataré dijo ; ¡pero me dejaré morir! El duque empezó entonces a columbrar la verdad, y un temblor que no pudo contener recorrió sus miembros. ¡María!... exclamó al fin.
Su madre volvió a entornar los ojos hacia el balcón y quedó en la misma actitud melancólica. Al cabo de unos momentos de silencio, Venturita tomó su mano y la llevó con ternura a los labios. Doña Paula volvió la cabeza con sorpresa. Pocas veces, por no decir nunca, su hija menor le había dado este beso respetuoso.
Tan cierto es que aquello hubiera podido contener la obra revolucionaria que, como se ha dicho después y repetido muchas veces, la actitud que tomó el Gobierno español por la iniciativa del Ministro Maura contuvo un poco a Martí.
Es la tía Silda, mamá; abrázala, porque es muy noble lo que ha hecho, de acordarse de nosotros, ahora que ya no somos ricos. La de Esteven, arma en ristre, asestó el primer golpe, diciendo entre dientes, con amargura: ¡Ah, tú aquí! ¡vienes a gozarte, sin duda, en mi desgracia! El tono era injurioso; la actitud, provocativa. Pero, misia Casilda, que iba desarmada, se adelantó, tendiendo su mano.
Palabra del Dia
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