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Actualizado: 11 de julio de 2025
Su imagen de otros tiempos, tal cual se me presentaba confusamente, no era como para llenar de ensueños ardientes una romántica cabeza de quince años. Pero la actitud de Marta me había llamado la atención. Al día siguiente, desde muy temprano, la oí ir y venir a pasos precipitados, en el piso superior, por los cuartos de huéspedes.
Su actitud noble y tranquila, su belleza imponente traían al recuerdo la imagen del dios Apolo cuando desterrado del Olimpo sirvió de pastor en casa de Admeto, rey de Tesalia. Bien venidos seáis, amigos. ¿Qué os trae por estos sitios tan altos? dijo, y arrimando el hacha al copudo castaño debajo del cual trabajaba vino hacia ellos y les apretó la mano.
Se sentó en la silla que había de la parte de fuera del mostrador, relamiéndose interiormente, aunque mostrando en lo exterior la misma actitud fría y soberbia que le caracterizaba. Y comenzó muy pronto el tiroteo. Rara vez tenía ocasión de hablar á solas con la esposa de Pepe. Ahora que se presentaba no quiso desperdiciarla. Vengo muy cansado, padre. Pues descansa, hijo.
Y al mismo tiempo que un secreto sentimiento, la vergüenza, le hacía apartar la vista, el instinto y el hábito de la investigación le aconsejaban insistir en su actitud para que la acusada, no viéndose ya observada, descuidara contener la impresión verdadera que le causaba aquella revelación.
Al fin todo quedó en silencio, y curioso de saber en qué consistía, miró por la rendija de la puerta, y vio a su tío sentado en una butaca, en mangas de camisa, hundida la cabeza en el pecho, el pelo caído por la frente en la más triste y desesperada actitud que nadie pudiera imaginarse.
Debía de ser muy fastidioso dijo Francisca con la modestia de una sólida convicción. En aquellos tiempos siguió diciendo la Bonnetable más severa que nunca, las jóvenes no pensaban más que en la corrección de su actitud. Qué mujeres tan distinguidas debían de ser... suspiró Francisca con una expresión ingenua que velaba la impertinencia de sus palabras.
La voz que dijo esto tuvo un poder semejante al de las palabras mágicas de los cuentos orientales, que dejan en suspenso la vida de una ciudad entera, quedando inmóviles personas y objetos, en la actitud que les sorprende el poderoso conjuro. Se hizo un silencio de asombro.
Pero éste, en vez de entretenerse en coloquios místicos como otras veces, y de enterarse con afectuoso interés de sus penitencias, de sus luchas con la carne, se atuvo severamente a los pecados. Se hallaba quizá en un momento de melancolía o de concentración del pensamiento. Mantúvose en una actitud reservada, hablando poco, tratándola casi como a una desconocida.
Pocas palabras más. ¿Crees tú que en tal estado de espíritu puedo ni debo engañar a nadie, ni a mí misma? Yo deploro la actitud de toda mi familia. Mi pobre madre, mis tías, mis hermanas, mis cuñados, todos quieren que yo sea feliz, ¡quién no duda! Pero no se es feliz a la manera de los demás, sino a la propia manera.
Temía éste con razón, vista la actitud de los de Lorío, que hubiese pronto riña, y persistiendo en su orgulloso retraimiento no quería tomar parte en ella. Se hallaba sentado al lado de Demetria, debajo de uno de los grandes nogales que circundan el campo.
Palabra del Dia
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