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Actualizado: 16 de junio de 2025
Un calofrío de espanto me invade al pensar en lo que me espera. Y, sin embargo, me hará bien el acordarme una vez más de esos tres días y esas tres noches terribles, precisamente ahora que un sentimiento más tierno, una melancolía más dulce, parecen saturar mi corazón. ¡Atrás, atrás, todo pensamiento lisonjero que me hable de dicha y de paz!
Te confieso que para querer á los hombres tengo que acordarme á menudo de que son prójimos y quererlos por amor de Dios. Á las mujeres, por el contrario, las quiero, no ya sin esfuerzo, sino por inclinación decidida. Sois dulces, benignas, compasivas y muchísimo más religiosas que los hombres.
Me era necesario el verlo para acordarme de que se combatía a tan corta distancia de nosotros.
Ahora iré con Angelina y con usted a todas, a todas, para acordarme de mis buenos tiempos. ¿Se acuerda usted, tía Pepilla, de cuando me llevaba usted a las misas de aguinaldo que decía en el Cristo el P. Artega? No me hables de eso, hijo mío, ni me recuerdes a ese infeliz que se hizo hereje, protestante, apóstata.... Y desdeñando la conversación cortó la hebra de su charla.
Eso me trae a la memoria la vergüenza de aquella mañana. ¿No le dice a usted bastante que yo le permita estar aquí? De nada quiero acordarme... ¡A callar, Rafael! En silencio se paladea mejor la belleza de la noche; parece que el campo habla con la luna y el eco de sus palabras son estas olas de perfume que nos envuelven.
Conque diga usted, criatura, ¿qué le hemos hecho nosotros para que así nos aborrezca? Señor cura, no ha sido todo culpa mía. Crea usted que no dejaba de acordarme muchas veces de este hermoso país y de los buenos amigos que aquí tengo. ¡Ah, tunante! ¡Y qué bien se conoce que viene usted de la corte! Señora condesa, no le deje usted mentir tan descaradamente.
Que se me salten los ojos y no vuelva á ver la luz del sol, que me vea pidiendo de puerta en puerta una limosna y vaya á morir al hospital, si tengo más interés por él que por el carro de la basura... Anda, hijo, pues ni que estuviera echada á los perros para acordarme ya de ese tío sucio sin vergüenza. Primero me dejaba hacer tajaditas así que mirar más en cara á ese arrastrao.
Pero lo más terrible, lo que más me horroriza, es dejar de verte, Amaury, no estrechar ya tu mano, no expresarte mi agradecimiento por tu amor, no dormirme esperando que te me aparezcas en mis sueños. Déjame que te contemple por última vez para poder acordarme de ti en la eterna noche de mi sepulcro. Hija mía dijo el sacerdote.
Olvidas generosamente mi humilde origen, y la manera cómo tu padre me sacó de la miseria; ¡a mí me toca acordarme! Pero si María Teresa supiera... quien sabe si... Escucha, Jaime: Vas a jurarme que no harás nada porque lo sepa. Sería odioso y cruel. Ahora le soy indiferente ¿no me detestará si sabe que me atrevo a amarla? Amigo mío, te lo suplico, déjala en la ignorancia.
De todo ello me alegraba yo en los primeros días de conocerle: nada más natural, ¡qué carape!... como lo es hoy, porque sigo estimándole en todo lo que merece por las trazas, que son superiores, como he dicho; sólo que en algunas ocasiones, desde que sé que está para llegar, lo mismo es acordarme del retrato o ponerme a contemplarle, que ya me tiene usted con cierto disgustillo de ver guapo al galancete, y de saber que es rico y bondadoso... vamos, que me nace en el corazón algo, como deseo vago de que el primo no asome por acá en todos los días de su vida, y de que, si asoma, resulte picado de viruelas, y tonto por añadidura y pobre por remate. ¿Ha visto usted barbaridad semejante?
Palabra del Dia
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