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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Ni aun pudimos saber dónde estabas preso. ¡La reina te ha dado esa orden! dijo profundamente pensativo don Juan, que no acertaba á comprender cómo aquella orden había pasado de las manos de Dorotea á las de la reina. Sí, sí repuso impaciente doña Clara ; ¿pero qué importa eso? Lo que importa es salir de aquí. Y tiró de su marido, que se dejó conducir.
Del famoso arreglo del archivo sacó Julián los pies fríos y la cabeza caliente: él bien quisiera despabilarse, aplicar prácticamente las nociones adquiridas acerca del estado de la casa, para empezar a ejercer con inteligencia sus funciones de administrador, mas no acertaba, no podía; su inexperiencia en cosas rurales y jurídicas se traslucía a cada paso.
No acertaba a explicarse aquella compasión que le transformaba tan singularmente la cara, ni aquella mansa ternura de toda su actitud, ni aquellas desconocidas caricias. Pensó, por un momento, que había salido del sueño terrible para entrar en otro, muy plácido, pero igualmente irreal.
Se sentía feliz, aunque no acertaba a dar con la causa de su dicha, y alzaba con gallardía su frente tanto tiempo inclinada bajo el peso del dolor y el desengaño, hallándose más dispuesto a la indulgencia con los demás y más enamorado de la existencia. Pero un día desvaneciose el encanto.
Sentía una especie de irritación sorda que no acertaba a comprender quién se la inspiraba, porque, por un extraño fenómeno que no sabía ella misma explicar, aquel Pedro Fernández, autor de la carta, causante de la ofensa, tan sólo acudía a su mente en un lugar secundario, presentándosele, más bien que como representante, como instrumento de un ser más poderoso que parecía imponerse a la orgullosa dama, obligándola a confundirse, y a humillarse, y a callar...
Enarcamiento de cejas, mirada entre apática y curiosa, respuesta ambigua en dialecto: La carrerita de un can.... ¡Estamos frescos!, pensó el viajero, que si no acertaba a calcular lo que anda un can en una carrera, barruntaba que debe ser bastante para un caballo. En fin, en llegando al crucero vería los Pazos de Ulloa..... Todo se le volvía buscar el atajo, a la derecha..... Ni señales.
Y don Fermín rasgó también esta carta, y en mil pedazos más que todas las otras. No acertaba a arrojar en el cesto los pedacitos blancos y negros, y el piso parecía nevado; y sobre aquellas ruinas de su indignación artística se paseaba furioso, deseando algo más suculento para la ira y la venganza que la tinta y el papel mudo y frío.
Cuéntase que, continuando las matanzas en la campaña sobre infelices campesinos, sobre el que acertaba a pasar por Atiles, campamento general, uno de los Villafañes le dijo con el acento de la compasión, del temor y la súplica: «¿Hasta cuándo, mi general?» «No sea usted bárbaro contestó Quiroga ; ¿cómo me rehago sin esto?» He aquí su sistema todo entero: el terror sobre el ciudadano para que abandone su fortuna; el terror sobre el gaucho para que con su brazo sostenga una causa que ya no es la suya; el terror suple a la falta de actividad y trabajo para administrar, suple al entusiasmo, suple a la estrategia, suple a todo.
Particularmente hacia el Este y hacia el Norte, parecía no tener límites a mi vista, poco avezada a estimar espectáculos de la magnitud de aquél; y era de una originalidad tan sorprendente y extraña, que no acertaba a darme cuenta cabal ni de su naturaleza ni de su «argumento». Por el Sur se dominaba el hermoso valle de Campóo, ya en otra ocasión visto y admirado por mí; en la misma dirección y más lejos, los tonos pardos de la tierra castellana; más cerca, el Puerto de marras con sus monolitos descarnados y su soledad desconsoladora.
Don Paco dejó, pues, de ir todas las noches a casa de ambas Juanas; ya no veía a Juanita en la fuente y sola, porque él mismo había predicado para que no fuese, y, sin embargo, no acertaba a sustraerse a la obsesión que Juanita le causaba de continuo, presente siempre a los perspicaces ojos de su espíritu, así en la vigilia como en el sueño. Por dicha, no le atormentaban los celos.
Palabra del Dia
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