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Actualizado: 14 de mayo de 2025
El melancólico campanilleo sonaba ahora junto á él, y empezaron á pasar por el camino bultos informes que su vista turbia por las lágrimas no acertaba á definir. Sintió que le tocaban con la punta de un palo; y levantando la cabeza, vio una escueta figura, una especie de espectro que se inclinaba hacia él. Reconoció al tío Tomba: el único de la huerta á quien no debía ningún pesar.
Así es que, si bien notaba, y se sentía lisonjeado al notarlo, que doña Luz hacía de él el más alto aprecio, ni en ella, ni en él, ni en el público, acertaba a descubrir que pudiese esto ofrecer el menor inconveniente.
No, señorita... no le ha atropellado ningún coche. Se ha perdido. ¡Búsquenlo ustedes! ¡búsquenlo! gritó a su vez Mario desesperadamente. Hace tres horas que lo estamos buscando, señorito respondió Encarnación rompiendo a sollozar. Vicenta explicó el caso. Su compañera no acertaba a hablar. Ambas habían ido con el niño al Retiro, permaneciendo allí toda la tarde.
Angustiado, trémulo, me dirigía yo a Dios, pidiéndole ayuda, ¡pidiéndole un milagro!... El corazón, rendido de cansancio, quedaba insensible; la inteligencia entorpecida no acertaba a fijarse en nada... hasta que recobraba fuerzas el corazón. Entonces me ocurría que todo aquello era una pesadilla espantosa, de la cual despertaría consolado y feliz.
Entrañas por entrañas, ¿cuáles valen más?». Estos enormes disparates, nacidos del trastorno que en su cerebro reinara, persistieron cuando estaba parada y atónita delante del portal de los de Santa Cruz. «Pues no sé por qué no entro y armo la escandalera que debo armar...». Pero la contenía un cierto respeto que no acertaba a explicarse.
En cierta ocasión se empeñó en que le dijese que le quería más que á Dios; en otra se le antojó que durmiese con guantes para conservar bellas y tersas las manos. Todos estos caprichos y otros infinitos más de nuestro héroe acogíalos la niña con marcado disgusto y resistiéndose. No acertaba á comprenderlos.
Era preciso á toda costa evitar el crimen que no tardaría en perpetrarse, si no se había perpetrado ya; pero ¿cómo? Quiso pensar en algún medio, mas no pudo. Las ideas le daban vueltas en la cabeza. No acertaba á sacar nada en limpio de su meditación ansiosa. Adivinaba la existencia de algún pensamiento salvador, pero estaba envuelto en tan tupidas gasas que no percibía de él absolutamente nada.
En el sahumerio a «la familia del prócer», se elevó hasta lo épico; tanto, que no acertaba a bajarse. Pero bajó, aunque maltrecho y desvanecido; y sentose, con aplauso de todos los circunstantes. Y llegó el instante que esperaba el marqués, buen rato hacía, con nerviosa ansiedad.
Era el grito de ¡socorro! de un ser en peligro, el ruego acongojado de un cuerpo dolorido; el mandato imperioso de la naturaleza viva que lucha con la muerte desde el comienzo del mundo. ¿Cómo algunos minutos antes desdeñaba a tal punto la vida, cuando ahora renunciaría de buen grado a todos los goces de la tierra por poseerla? No acertaba a comprenderlo.
Palabra del Dia
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