Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de junio de 2025
El segundo devaneo de Serafina, en Milán, ya no fue espontáneo. Aceptó como aceptaba una contrata en un teatro, porque lo exigía el otro, Mochi. También ella creía de buen gusto guardar las formas; hacía como que engañaba a su amante y director artístico.
Conociendo como conocía yo la entereza de carácter y los sentimientos de mi tío, evidente era que andaba en lo cierto en aquella suposición, y que por cierto lo tenía él aunque aparentaba lo contrario; pero yo no podía declarárselo así, porque declarándolo, o me manifestaba a sus ojos descariñado e inclemente, o aceptaba un compromiso que no podía aceptar, porque era otro muy distinto del suyo mi modo de ver aquellas cosas.
A Amalia no le sorprendían en la apariencia tales originales y morbosas psicologías; las aceptaba como cosas naturales, daba su opinión acerca de ellas y se autorizaba cariñosamente el aconsejarle, reprenderle a veces, guiarle en ciertos asuntos de la vida, cuyo complicado mecanismo ignoraba el conde por Completo.
Había recordado, como por inspiración, que ella había visto en Zaragoza a una mujer vestida de Nazareno, caminar descalza detrás de la urna de cristal que encerraba la imagen supina del Señor, y sin pensarlo más, había resuelto, se había jurado a sí misma caminar así, a la vista del pueblo entero, por todas las calles de Vetusta detrás de Jesús muerto, cerca de aquel Magistral que padecía también muerte de cruz, calumniado, despreciado por todos... y hasta por ella misma.... Y ya no había remedio, don Fermín, después de una oposición no muy obstinada, había accedido y aceptaba la prueba de fidelidad espiritual de Ana; doña Petronila, a quien ya no miraba como tercera repugnante de aventuras sacrílegas, se había ofrecido a preparar el traje y todos los pormenores del sacrificio... «¡Y ahora, cuando era llegado el día, cuando se acercaba la hora, se le ocurría a ella dudar, temer, desear que se abrieran las cataratas del cielo y se inundara el mundo para evitar el trance de la procesión!».
El capitán Ferragut se había quedado allá por un negocio importante, pero no tardaría en volver. Su segundo le esperaba de un momento á otro. Tal vez hiciese el viaje por tierra, para llegar antes. Esteban se asombró al ver que su madre no aceptaba esta ausencia como un suceso insignificante. La buena señora se mostró preocupada y con los ojos lacrimosos.
Vi que me quedaba una hora, antes de la acostumbrada de comer en casa de mi tío, y quise aprovecharla para pagar la visita a don Pedro Nolasco. Díjeselo al médico como razón de mi despedida, y se mostró muy dispuesto a acompañarme si aceptaba yo la molestia de esperarle unos instantes.
El pobre Raimundo estaba tan perdido que aceptaba como buenas estas razones o aparentaba aceptarlas. En medio de aquella abyección vivía feliz forjándose la ilusión de que su ídolo le prefería, le amaba en el fondo del alma; que sólo mantenía relaciones con el ministro por el interés del pleito.
A continuación veía á René con su uniforme flamante, dulce de maneras, sonriente, como si todo lo que ocurría sólo significase para él un cambio de vestimenta, y exclamaba con un acento enigmático: ¡Qué suerte que no vayas al frente!... ¡Qué alegría que no corras peligro! El novio aceptaba estas palabras como una prueba de amoroso interés.
Tranquila con el permiso de la abuela, registré la biblioteca y busqué con ardor todo lo que pudiera ilustrarme sobre el concepto de la mujer en la antigüedad respecto del celibato. ¿Aceptaba sin repugnancia la idea del matrimonio?... ¿Sentía alguna contrariedad al casarse?... ¿Hubiera experimentado cierto alivio sabiendo que estaba libre de una obligación que le creaban las leyes religiosas y civiles?...
Miró á su marido largamente, á pesar de que ella sola pensaba en la casa, y al fin aceptó, pero con la condición de que la princesa elevaría en la punta extrema de su propiedad una capilla á la Virgen. Era un deseo de su imaginación simple que había acariciado toda su vida. Sin la capilla no aceptaba el millón. «¡Vaya por la capilla!», dijimos.
Palabra del Dia
Otros Mirando