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Actualizado: 28 de junio de 2025


Era la primera vez que iba a matar en presencia de doña Sol después que la conocía, y esto preocupábale, haciendo que dudase de sus fuerzas. Además, no podía torear en Sevilla sin sentir cierta emoción. Aceptaba un fracaso en cualquier plaza de España, pensando que no volvería a ella en mucho tiempo; ¡pero en su tierra, donde estaban sus mayores enemigos!...

Parecía sorprendente que Ben Winthrop, que gustaba del jarro de cerveza y de decir chistes, viviera tan de acuerdo con Dolly; pero es que ella aceptaba las ocurrencias y la jovialidad de su marido con tanta paciencia como las demás cosas.

Su única preocupación al salir de estos suplicios era que Isidro no se enterase de la verdad. ¡Cómo se burlaría de él al conocer la conducta de Maud!... Y a impulsos de su orgullo varonil, de esa vanidad jactanciosa del macho, que transige con la mentira para conservar su prestigio, aceptaba las felicitaciones y la envidia de Maltrana, que se lo imaginaba triunfador.

En los días siguientes Olmedo confirmó esta buena opinión, hablándole con vivos encarecimientos de la formalidad de aquel chico y de lo muy arregladito que era. Quedó convenido entre Fortunata y su protector tomar un cuarto que estaba desalquilado en la misma casa. Aceptaba ella todo sin entusiasmo ni ilusión alguna, más bien por probar.

Aresti se vió asediado por su parienta. La pequeña de Lizamendi no le parecía mal. La mamá aceptaba, sonriendo, el plan de Cristina, y el doctor encontraba á las de Lizamendi con una frecuencia alarmante en el salón de su casa. Al fin acabó por ceder á los reiterados consejos de su prima, que parecían apoyados por el silencio y la mirada tranquila de Sánchez Morueta. Si había de casarse, no era mala proporción la de Lizamendi.

Anoto estos detalles, quizás impertinentes, para que se vea que don Guillén era hombre atento a los detalles y moderado gratificador de los sentidos, de donde se deduce que, para él, la realidad externa existía, y que la aceptaba en toda su importancia, procurando solamente que el contraste con ella fuese lubrificado y terso.

Sus vidas volverían á ser como antes, con la regularidad de las leyes naturales, que parecen desviarse un momento, pero tornan al fin á su ordenado curso. Más necesitada y más vieja en esta vida de apuros económicos, ella no podía imitar la calma con que aceptaba Lubimoff su momentánea ruina.

Pero como el poeta aceptaba, en broma, aquello mismo que se le censuraba, y, no obstante, proseguía siempre haciendo lo que antes, hubo de provenir esto del conocimiento que tenía de su talento particular para desenvolver estos motivos dramáticos, y de su inventiva inagotable para dar forma é imprimir nuevo colorido á esos materiales uniformes; razón también para que nosotros, recordando la igualdad de los resortes de estas piezas, nos admiremos del arte infinito, con que el autor, del mismo fondo, y de iguales elementos, obtuviese tan extraordinaria variedad de resultados.

Su esposa aceptaba con gusto estas ausencias. No era que el millonario se opusiese á los gustos de su mujer é interviniera en su vida; pero se sentía mejor cuando estaba sola, sin ver aquellos ojos fríos, que no transparentaban el más leve reproche, y que á ella se le antojaba que la seguían en todos sus movimientos, como una protesta muda.

Había observado que las payasadas de Antonio le caían en gracia y aceptaba sus lisonjas con gratitud. Á fuerza de machacar el hierro se dobla... Sintió calor en las mejillas. La atmósfera de la cervecería le sofocaba. Se levantó, pagó y salió á la calle. Soplaba ya la brisa fresca de la noche.

Palabra del Dia

rigoleto

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