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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Acepto. Un caballero no puede negar este servicio á otro caballero. Y aceptaba con verdadero agradecimiento, pensando en la conveniencia de airear, fuera de su prisión alcanforada, aquella vestidura grave como la muerte. Pero en la misma tarde le buscó Novoa. Este hablaba tímidamente, sin la elegante indiferencia de Castro, con cierta sospecha de que pudiera estar haciendo una necedad.
El alma simple de la buena señora aceptaba la sabiduría como cosa útil, ya que la humanidad se regía por ella, concediéndola grandes honores; más allá, en el fondo de su ánimo, sentía aversión y desconfianza, mirándola como arma útil para defenderse de los males del mundo, pero que encerraba en su seno un peligro de muerte.
Pero sus ideas tradicionales se encabritaron ante estos escrúpulos. «El honor es el honor...» Y experimentó la alegría del que, luego de dudar, se convence de que está en lo cierto, al oir que el teniente aceptaba la reparación por las armas con regocijo y con cierta prisa, como si temiese que Toledo se arrepintiera, retirando su proposición. ¡Joven heroico y pundonoroso!
Es verdad que eso no le hace falta a una mujer si su marido es un hombre como debe ser, pero esa cualidad le sería muy necesaria a la vuestra, porque apenas tenéis la voluntad necesaria para hacer caminar a las dos piernas en la misma dirección. Esa joven no ha dicho definitivamente que no os aceptaba, ¿verdad?
Luisa, la hija mayor llamada Chicha, á uso americano , merecía más respeto de su padre. «Es mi pobre china decía ; la misma bondad y el mismo empuje para el trabajo, pero con más señorío.» Lo del señorío lo aceptaba Desnoyers inmediatamente, y aun le parecía una expresión incompleta y débil.
Sólo una celebridad femenina era digna de él; su orgullo paternal no aceptaba menos... Y nunca se le podía ocurrir que Julio estaba con Argensola en un music-hall, en un cinematógrafo, gozando de las monótonas y simples diversiones del París ensombrecido por la guerra, con la simplicidad de gustos de un subteniente, y que en punto á éxitos amorosos su buena fortuna no iba más allá de la renovación de algunas amistades antiguas.
Las noches en que había música en la plaza de Mina, salía con su amante á escucharla. Por las tardes también quería éste sacarla á paseo, pero rara vez aceptaba. Los quehaceres la retenían. Deseaba aquél tomar una criada para aliviarlos; pero ella se opuso siempre con tenaz resolución.
Cuando al fin aceptaba, ¡era de ver la alegría de la niña y la solicitud con que todo lo preparaba, entrando y saliendo en la cocina infinitas veces, improvisando los platos que sabía más del gusto del joven marqués y poniendo en movimiento a la servidumbre! Pero donde Marta ponía los cinco sentidos era en el café. Ricardo era un árabe, un sibarita en materia de café.
El buen Homero aceptaba agradecido los cigarrillos de don Cristóbal, el cual le admiraba como sabio, aunque reconociendo que no servía ni para ordenanza de la redacción. Fumando entretenía la espera angustiosa de las primeras horas de la madrugada, el momento de las larguezas del propietario.
Y esto se preguntaba a cada instante el buen marqués, y esto le preguntaban a cada hora sus amigos y conocidos; y por adivinarlo, aceptaba y rechazaba, según que se ajustaran o no a sus deseos, cuantos síntomas y fenómenos internos y externos acepta como artículos de fe la observación del vulgo, cuando la marquesa dio a luz una hembra.
Palabra del Dia
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