Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 25 de julio de 2025
«Si esta pavisosa pensó Santa Cruz mirándola también , viera con qué donaire se sienta en un puff Sofía la Ferrolana, tendría mucho que aprender. Lo que es esta, ni a palos aprenderá nunca esas blanduras de la gata, esos arqueos de un cuerpo pegadizo y sutil que acaricia el asiento ¡Ah!, ¡qué bestias nos hizo Dios!...».
Entonces, de la cúspide mas alta de los grandes ensueños que acaricia la juventud, que tu labor exalta, habrá de bendecirte... Y si hace falta la misma humanidad te hará justicia. Diciembre, 1911. Nació en Quiapo, barrio de Manila, el 3 de Noviembre de 1890. Sus padres le trajeron a España en 1897, y en varios institutos de Barcelona cursó el bachillerato.
Pero de todo triunfaba aquel bendito. ¿Y cómo no, si sus manos parecía que no tocaban las cosas; si su vista era como la de un lince, y sus dedos debían de ser dedos del céfiro que acaricia las flores sin ajarlas?... ¡Qué diablo de hombre! Habría sido capaz de hacer un rosario de granos de arena, si se pone a ello, o de reproducir la catedral de Toledo en una cáscara de avellana.
Se adivina que en la casa que dejaron á sus espaldas era ella la dirección, la voluntad, la palabra vehemente. Su diestra escamosa, abandonando á la otra mano todo el peso de la maleta, acaricia las mejillas del viejo.
Y así yace ella, dichosamente sumergida en recuerdos perennes de la constancia y de la belleza de Annie, anegada en un beso a las trenzas de Annie. Tiernamente me abraza, apasionadamente me acaricia. Y entonces caigo dulcemente adormecido sobre su seno, profundamente adormido del cielo de su seno. Y así reposo tan tranquilamente en mi lecho conociendo su amor que me creéis muerto.
En efecto repuso el ingeniero , esa niña parece que acaricia con los ojos cuanto mira. Al mismo tiempo propendían a quedársele húmedos, lo cual aumentaba aún más su brillo y su ternura.
Las matas y los abrojos se agitan al roce leve de la brisa blanda y breve que acaricia sin sonrojos; y entre los verdes despojos del fondo de la llanura, creo entrever la figura de alguna imagen querida que me mira enternecida con sus adorados ojos.
Ella no dice nada, y yo tampoco. El silencio se hace abrumador. Cruje el casquijo, zumban los insectos en las espíreas; pero, por lo demás, ningún ruido. Ella se ha colgado confiadamente de mi brazo, y me obliga a detenerme a cada momento, cuando se inclina para arrancar una hierba o coger una brizna de reseda, con la que se acaricia la punta de la nariz, para tirarla en seguida.
Sus besos ardientes se posan sobre la boca de Gertrudis. Ella ríe y llora a la vez, le coge la cabeza entre las manos, le acaricia los cabellos, apoya la mejilla del joven contra la suya, y lo besa en la frente y en los ojos. ¡Oh! ¡cuánto, cuánto te amo! ¿Eres mía? Sí, sí. ¿Me amarás siempre? ¡Siempre! ¡siempre! Y tú... no me dejarás nunca sola, como hoy... para que Martín... Se calla de golpe.
Era como un perrillo que prontamente distingue a su amo entre todas las personas que le rodean, y se adhiere a él y le mima y acaricia. Creíase Jacinta madre, y sintiendo un placer indecible en sus entrañas, estaba dispuesta a amar a aquel pobre niño con toda su alma. Verdad que era hijo de otra.
Palabra del Dia
Otros Mirando