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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Yo... pero yo... quiérese decir que yo... balbució Chinto abrumado por el peso de su culpa. ¡Aún tendrás valor para contar mentira! chilló la enferma . ¡Llégate acá, bruto! Yo... no, no fue cosa mala ninguna... no fue perrita, ni licor.... Fue.... Cuenta la verdá, borrachón de los infiernos, como si estuvieses difunto en el tribunal del devino Señor....
Sentado Fray Miguel y en silencio, el Padre Ambrosio habló de esta suerte: Hermano, mi vista, que penetra y escudriña los corazones, ha penetrado en el tuyo y ha visto que está lleno de ambición, de codicia, de sed de deleites, honores y poder, y de desesperación, porque en tu mocedad no pudiste alcanzarlos, y hoy, abrumado por la vejez, no te queda ni la más leve esperanza.
Bajo su borde se abre la boca sombría del abismo de misterios que se esconde bajo la montaña de hielo, y por la abertura abovedada sale como una furia el torrente, repentino y atormentado cual si lo vomitase algun gigante abrumado por el peso de la inmensa mole cristalina.
Juan se dejó caer en un sillón junto a la chimenea, y permaneció allí abrumado. El anciano sacerdote lo miraba. ¡Verte tan desgraciado, pobre hijo mío! Que un dolor semejante caiga sobre ti... Es demasiado cruel, demasiado injusto... En este momento llamaron suavemente a la puerta. ¡Ah! no tengas cuidado, Juan... no dejaré entrar.
La queja de un corazón humano, abrumado de penas, quizás culpable, que revelaba su secreto, cualquiera que éste fuese, al gran corazón de la humanidad, pidiendo su simpatía ó su perdón, á cada momento en cada acento y nunca en vano. Esta nota profunda y dominante, era lo que proporcionaba gran parte de su poder al ministro.
Es fama que no hay cosa, debajo de la jurisdicción de lo humano, que no se consiguiera por mediación de Pez, y de aquí que Pez estuviera en aquellos días de apogeo tan abrumado de recomendaciones como lo está de ex votos un santo milagroso. La recomendación es entre nosotros una segunda Providencia; equivale a lo que otros pueblos menos expedientescos llaman suerte, fortuna.
El daría cuanto era por ser aquel banco del jardín, abrumado dulcemente por su peso las tardes enteras; por convertirse en la labor que giraba entre sus dedos delicados; por transfigurarse en una de las personas que la rodeaban a todas horas, de aquella Beppa, por ejemplo, que la despertaba por las mañanas, inclinándose sobre su cabeza dormida, moviendo con su aliento la cabellera deshecha, esparcida como una ola de oro sobre la almohada y que secaba sus carnes de marfil a la salida del baño, deslizando sus manos por las curvas entrantes y salientes de su suave cuerpo.
Así es le contestó Ricardo, abrumado de emoción ante aquel portento de suprema belleza, de insuperable dignidad, de extraordinario candor. Estaremos entonces en la chacra del contraste dijo ella con la mayor ingenuidad. Entiendo que tenemos el honor de hablar con la Pampita repuso Lorenzo acentuando esta palabra. No sé por qué el honor contestó ella, estableciendo así la propiedad del apodo.
Silbaban los insectos nocturnos en lo más escondido de los follajes; los floripondios, mecidos por el viento, columpiaban pesadamente sus campanas de raso; el «huele de noche» no tenía aromas, y el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón. De pronto arreció el viento, me estremecí de frío, y cerré los ojos. No sé cuánto tiempo estuve así, adormecido, abrumado de pesar.
Subió los escalones de dos en dos y tiró del cordón de la campanilla. Eran las nueve de la mañana. En seguida le abrieron, con aquella franqueza y prontitud con que suelen abrir los pobres. Apenas tuvo tiempo de ver quién le abría. Se encontró ceñido por unos brazos que le estrechaban y abrumado por una boca que cubría sus mejillas de un diluvio de sonoros besos.
Palabra del Dia
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