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Actualizado: 3 de junio de 2025
La expresión de todos ellos era seria y hasta hosca. Salabert, sin reparar en ello, empezó a repartir abrazos y palmaditas en la espalda, haciendo un ruido formidable con sus voces y risotadas. ¡Buen negocio! Buen negocio secuestrar ahora a los cuatro y exigir un millón de pesos por cada uno.... ¡Oh! ¡oh!
La Vanidad y la Idolatría le juran fidelidad, y le prometen su auxilio, para que se eleve sobre todos los reyes de la tierra, y pueda terminar la construcción de la torre de Babel. ¿Quién de tan dulces abrazos, Podrá las redes y lazos Romper? Daniel exclama entonces, con voz de trueno: ¡La mano de Dios!
Miguel, aprovechando uno de estos abrazos, y a favor de la oscuridad, cogió la trenza de Maximina, que colgaba por la espalda con un lazo de seda en la punta, y la llevó a los labios. ¿Qué hace V.? dijo la niña volviéndose rápidamente. Besar la trenza de su pelo. ¿Y por qué hace V. eso? preguntó con sorpresa. Porque me gusta. Maximina bajó los ojos y guardó silencio.
La suposición de esta ausencia impresionaba de tal modo á Ra-Ra, que para consolarse volvió á repetir sus abrazos y sus besos. ¡Oh, Popito! murmuró con una voz de éxtasis. Gillespie consideró prudente apartar su mirada de ellos para volverla hacia el imponente cortejo que había venido á visitarle. Miss Margaret se llama ahora Popito se dijo mentalmente . ¡Qué nombre extravagante!
Muerto Calixto, Melibea se arroja desde lo alto de una torre y también se mata, pero la bienaventuranza alcanzada y gozada por ambos amantes, en sus mutuos y ardientes abrazos, es como luz de gloria que los envuelve y que presta a lo trágico, acaso contra la intención reflexiva del autor, carácter de apoteosis.
Y en la realidad se tenía por cierto había de perder la vida, por las manifiestas señales del odio que nos tenían los Guanoás; por lo cual los nuestros, al darle los últimos abrazos á la despedida, le lloraban como si de cierto fuese á morir.
No se hartaba el baron de dar abrazos á Candido, apellidándole su hermano y su libertador. Acaso podrémos, querido Candido, le dixo, entrar vencedores los dos juntos en Buenos-Ayres, y recuperar á mi hermana Cunegunda.
Fortunata se sentó a su lado, dejando la mesa a medio poner y la comida a punto de quemarse. Maximiliano le dio muchos abrazos y besos, y ella estaba como aturdida... poco risueña en verdad, esparciendo miradas de un lado para otro. La generosidad de su amigo no le era indiferente, y contestó a los apretones de manos con otros no tan fuertes, y a las caricias de amor con otras de amistad.
¡Y en tanto Marcial y mi querido amo trataban de fijar día y hora para trasladarse definitivamente a bordo! ¡Y yo estaba expuesto a quedarme en tierra, sujeto a los antojos de aquella vieja que me empalagaba con su insulso cariño! ¿Creerán ustedes que aquella noche insistió en que debía quedarme para siempre a su servicio? ¿Creerán ustedes que aseguró que me quería mucho, y me dio como prueba algunos afectuosos abrazos y besos, ordenándome que no lo dijera a nadie? ¡Horribles contradicciones de la vida!, pensaba yo al considerar cuán feliz habría sido si mi amita me hubiera tratado de aquella manera.
Aquí, si había parientes esperando, empezaban los abrazos, los besos, las felicitaciones. Era propinado con algún real mal contado el cochero, y cada cual se iba por su camino, siendo costumbre tomar allí mismo, en los aposentos de la Riojana, un preámbulo estomacal para poder subir la calle de Atocha, que era entonces algo más inaccesible que ahora.
Palabra del Dia
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