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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Abra usted, tiíta Silda, soy yo. Como pudo, bajó de la cama; en camisa y descalza, con el maldito reuma prendido a la cintura, y tiró del pasado. Quilito entró, arrebujado en la bufanda. Tiíta, vengo a que me usted veinte nacionales, pero ahora mismo, inmediatamente. Pero, muchacho, ¿qué pasa? déjame acostar... Dime, ¿para qué quieres veinte nacionales? ¡y a estas horas!

Ah... me alegro que haya salido de él. No me atrevía... Bueno, pues en cuanto se abra una puerta aquí, en esta pared, ya puedes pasar de la sala al despacho sin cruzar el pasillo... ¿Te gusta la habitación? ¿Es bastante grande? Demasiado. Mis negocios, por ahora, no exigen tanto. A Cecilia le retozaba en el cuerpo una pregunta. Estaba inquieta.

Vuestras mercedes, señores, se pongan en cobro antes que abra, que yo seguro estoy que no me han de hacer daño. Otra vez le persuadió el hidalgo que no hiciese locura semejante, que era tentar a Dios acometer tal disparate. A lo que respondió don Quijote que él sabía lo que hacía. Respondióle el hidalgo que lo mirase bien, que él entendía que se engañaba.

El coloso del Estrecho con la regularidad matemática á que necesaria y fatalmente sujeta toda ley perfecta, acumula en sus calcinadas entrañas gérmenes de espanto y desolación. ¡Desgraciado el día en que abra la válvula! ¡Infeliz del pueblo en que sacie su cólera!

Habiendo caminado de mañana como tres leguas, llegamos á pasar un arroyo que viene del lado del S, de una abra de la sierra, y este entra en el de los Sauces, el que lleva bastante agua y es pantanoso.

Pero ella cerraba ciertas puertas para que no pasase el humo; y decía señalando a los estrechos y obscuros pasadizos: Por ahí corran ustedes lo que quieran, loquillas, pero nadie me abra esa puerta. Toda su prodigalidad de señora que recibe de confianza, se reducía a entregar vestidos y pañuelos de estambre, todo viejo, para que los pollos de imaginación se disfrazasen de mujeres o de turcos.

Dos mujeronas, de rodillas a un lado y otro, la una con un vaso de agua y vino, la otra atizándole friegas, le hablaban a gritos: «Vuelva en ... ¿Qué demonios le pasa?... Eso no es más que maulería. ¿No quiere beber más?». Benina, de hinojos, se puso también a gritarle, sacudiéndole: «D. Frasquito de mi alma, ¿qué es eso? Abra los ojos y véame: soy la Nina».

7 Que no se trabe mi lengua Ni me falte la palabra: El cantar mi gloria labra Y poniéndome a cantar, Cantando me han de encontrar Aunque la tierra se abra. 8 Me siento en el plan de un bajo A cantar un argumento: Como si soplara el viento Hago tiritar los pastos; Con oros, copas y bastos Juega allí mi pensamiento.

Venga, Juan le dijo tomándolo por la mano; voy a conducirlo a su habitación. He elegido la que tiene más linda vista; por la mañana, cuando abra los ojos, verá el mar; eso lo distraerá de los horizontes de la fábrica. Se dirigieron a la escalera. Juan, contemplando a su conductora, la seguía lleno de felicidad.

Las aves marinas, atraídas por el resplandor rojizo de la iluminación de la villa, revoloteaban sobre los tejados y tendían sus alas hacia el mar, siguiendo la tortuosa calle de la ría hasta la inmensa plaza del Abra. Comenzaban á abrirse los establecimientos de la gente pobre; abacerías, tabernas y bodegas.

Palabra del Dia

bagani

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