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Actualizado: 2 de junio de 2025
A nadie sentencio que él mismo no se haya ya sentenciado. Y ya que decís que estamos en un atolladero, ¿cómo os parece que podamos salir de él? Conspirando. ¿Pero contra quién? ¿Contra quién?... contra cualquiera... la abadesa, á trueque de conspirar, creerá todo lo que queramos que crea. ¿Quién es el confesor de nuestra noble prima?... ¿De nuestra prima?...
A más de ser abadesa de las Descalzas Reales, en cuya comunidad tenía la condesa mucha familia, era parienta suya. Cuando la condesa llegó al locutorio, la dijo la tornera: Será necesario que vuecencia espere; la madre abadesa está confesando en estos momentos. La condesa se mordió los labios, porque aquella detención la contrariaba.
La carta que en contestación á ésta escribió la abadesa, y que entregó á Montiño y que quitó al cocinero mayor Quevedo, contenía lo siguiente: «Mi respetable tío y señor: He recibido la carta de vuecencia tan á tiempo, como que, cuando la recibí, estaba en visita con mi buena prima y con don Francisco de Quevedo.
Todos se ofrecieron a Eugenio; pero el que más se mostró liberal en esto fue don Quijote, que le dijo: -Por cierto, hermano cabrero, que si yo me hallara posibilitado de poder comenzar alguna aventura, que luego luego me pusiera en camino porque vos la tuviérades buena; que yo sacara del monesterio, donde, sin duda alguna, debe de estar contra su voluntad, a Leandra, a pesar de la abadesa y de cuantos quisieran estorbarlo, y os la pusiera en vuestras manos, para que hiciérades della a toda vuestra voluntad y talante, guardando, pero, las leyes de la caballería, que mandan que a ninguna doncella se le sea fecho desaguisado alguno; aunque yo espero en Dios Nuestro Señor que no ha de poder tanto la fuerza de un encantador malicioso, que no pueda más la de otro encantador mejor intencionado, y para entonces os prometo mi favor y ayuda, como me obliga mi profesión, que no es otra si no es favorecer a los desvalidos y menesterosos.
Yo no me justificaré jamás de acusaciones tan absurdas dijo levantándose con indignación la de Lemos y volviendo la espalda á la abadesa. Pero escuchad, mi querida Catalina dijo la abadesa. ¡Adiós! exclamó la de Lemos, y salió dando un portazo.
Finalmente, Roque Guinart ordenó a los criados de don Vicente que llevasen su cuerpo al lugar de su padre, que estaba allí cerca, para que le diesen sepultura. Claudia dijo a Roque que querría irse a un monasterio donde era abadesa una tía suya, en el cual pensaba acabar la vida, de otro mejor esposo y más eterno acompañada.
Además, para que vuecencia ilustrísima vea cuán sin culpa estoy, inclusa va la que me escribió el señor duque de Lerma.» Detúvose al llegar aquí la abadesa. Para que el padre Aliaga desconfie menos de mí murmuró debo enviarle copia de la carta que escribo á mi tío... Es necesario andar con pies de plomo... Hago, es verdad, traición al duque... ¡pero la Inquisición!...
Haréis mal; es demasiado cerca, enviadla á su país. ¿A Asturias? Eso es. No hablemos más de esto. Hablemos de lo otro. ¿Qué os ha dicho la madre abadesa? ¡Oh! ¡oh! me ha preguntado quién es la dama á quien ama en palacio mi sobrino. ¿Y vos qué le habéis dicho? Yo... nada. ¿Y qué ha replicado la abadesa? Me ha llamado ciego. ¿Y qué más?
Cuando vi que la abadesa trataba con desprecio á mi mujer, la dije: pues dama hay en palacio mucho más alta... ¡Diablo! Sí, señor, mucho más alta, que no es mejor que mi mujer... La abadesa os preguntaría quién era esa dama. Cierto que sí. ¿Y vos? Yo... dije la verdad... la verdad pura, porque ha llegado la hora de decir las verdades. Diríais que doña Clara Soldevilla...
Acaso no me enamoráis sino porque soy hija del favorito del rey. Mal haya la fama, que más que bienes da males. Sois gran conspirador. ¿Conspirador habéis dicho? pues conspiremos. ¿Y contra quién? Contra la abadesa vuestra prima. Conspirar, ¿y para qué? Para salir del atolladero. ¿De qué atolladero? De haberos metido vos aquí, y de haberme metido yo tras vos.
Palabra del Dia
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