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Actualizado: 2 de junio de 2025
La camarera mayor de la Reina remitió a la abadesa de Santa Cruz la prohibición de conservar en su convento a Isabel de Arcos, y la orden de partir al instante con ella para Madrid. Ambos mandatos fueron obedecidos al pie de la letra. El mismo día, el duque de Carvajal recibía del ministro una orden en que se le mandaba presentarse en la corte para dar explicaciones de su conducta.
Los mas afamados eran dúplices ó mixtos; cada uno de ellos formaba como dos monasterios contiguos, uno de hombres, otro de mujeres, sin mas dependencia entre sí que la que los antiguos cánones habian establecido mandando que todo monasterio de religiosas estuviese sujeto en lo económico y administrativo á un abad nombrado por el obispo, á fin de que las monjas y su abadesa pudiesen libremente consagrarse á la vida ascética lejos de toda relacion y trato con la gente mundana.
En mayo de 1710 se trasladó doña Josefa Portocarrero Lazo de la Vega al nuevo convento, del que fué la primera abadesa. Cuatro meses después de su prisión, la Real Audiencia condenaba a muerte a don Fernando de Vergara. Este desde el primer momento había declarado que mató al marqués con alevosía, en un arranque de desesperación de jugador arruinado.
«A la madre Misericordia, abadesa de las Descalzas reales . Del duque de Lerma . En propia mano.» Id, id, Montiño dijo el duque ; id, llevad esa carta al momento á su destino, y traedme la contestación. Montiño salió casi sin despedirse del duque por obedecerle mejor, y su excelencia se quedó murmurando: ¿Qué habrán ido á hacer mi hija y Quevedo á las Descalzas reales?
Parecía, en fin, contrariada, por la tardanza de su prima la noble abadesa. De repente la distrajo el rechinar de la puerta del locutorio. Se volvió y vió á Quevedo. Doña Catalina se puso de pie. ¿Conque hasta aquí? dijo. Hasta donde vos vayáis, mi cielo. No quiero quedarme á obscuras, y como sois mi sol, os sigo.
El prelado se equivocaba. El Cielo le ayudaría a descubrir aquel secreto, y su instinto y su conocimiento del corazón humano completarían la =obra=. La abadesa de Santa Cruz presentole a la mañana siguiente la petición de una de sus novicias para que acelerase la época de profesar, la cual, al mismo tiempo, rogaba al prelado le concediese oír su confesión.
Sin tener otra cosa que decir á vuecencia, quedo rogando á Dios guarde su preciosa vida. Misericordia, abadesa de las Descalzas Reales.» Ahora comprenderán nuestros lectores que, al leer esta carta Quevedo en la hostería del Ciervo Azul, la retuviese, saliese bruscamente y dejase atónito y trastornado al cocinero mayor.
Y el joven que a la misma hora se hallaba cruzado de brazos, con la cabeza inclinada sobre el pecho, frente a un retrato de mujer, ¿acaso sonreía?... No, no; tampoco sonreía. El prelado vino a la reja y dijo a la novicia: Ya no te llamarás María Magdalena, sino María Juana de Jesús. La novicia fue a postrarse delante de la abadesa, y besó con respeto el crucifijo de su rosario.
Tanto os han visto, que ya lo sabe vuestro padre. ¿Y qué es lo que sabe? Leed, prima. Y la abadesa puso en el torno que tienen todos los locutorios la carta que acababa de recibir, y dió la vuelta al torno. La de Lemos tomó la carta y leyó. Era de su padre. En ella decía á la abadesa que habían visto meterse en el convento y en uno de los locutorios á su hija, y tras ella á Quevedo.
Así dijo, en el tono austero y profético de una sibila. Y sin más, permitiendo apenas que por toda despedida el joven besara respetuosamente su mano de abadesa, cubriéndola de lágrimas, se retiró del mundo. Pablo, Pablito, como ella cariñosamente le llamara, quedó solo.
Palabra del Dia
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