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Irritó tanto esta alevosía á los Carerás, que se conjuraron para destruir á los Morotocos, sin dar cuartel á ninguno de ellos; antes bien, haciendo pedazos á cualquiera que caía en sus manos, y celebrando con sus carnes banquetes de cruelísima alegría.

Te habló luego de tu porvenir y tu pasado; dispertó en ilusiones y esperanzas; te embriagó con fiestas y espectáculos que recordaban tu grandeza de otros dias; y alcanzó que, degenerada por tus infortunios, misma llegases á aplaudir su infame alevosía.

Al subir la escalera de aquella casa, iba a parecerle que subía los peldaños del cadalso... ¿Qué hacer, Pablo, si no? ¿qué hacer? Pero don Pablo no cedía, ceñudo e iracundo. ¡Iba a matarse, decía el niño que iba a matarse; después de asesinar a su padre, bien podía hacerlo, en desagravio! ¡y asesinado de qué manera! a traición, con alevosía.

Y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo -que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba-, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y, teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante.

Hiciéronle al principio buen semblante los bárbaros y con muestras de alegría fingieron querer estar á lo prometido; y en señal de eso, se encaminaron con él hacia el sitio señalado, encubriendo entre tanto en el corazón su premeditada alevosía, y por muchos días fueron entreteniendo con buenas palabras al hermano que procuraba, con todas las finezas de su gran caridad, ganarles las voluntades con beneficios.

Berenguer de Entenza hizo notable yerro en enviar Embajadores á Príncipe de cuya y palabra se podia dudar, porque quien con tanta alevosia y crueldad quitó la vida á Roger y á los suyos, de creer es que en todo lo demás no guardara , ni diera por legítimos Embajadores á los que venian de parte de los que él tenia por traidores; á más de que habiendo en los vecinos de Galípoli ejecutado tan gran crueldad, se habia de temer otra mayor siempre que la ocasion se la ofreciera.

Todo ello, expuesto así tan desnudo, resulta cursi, y hasta el detenerme yo a declarar que lo es, pues por sabido debiera callarse; pero de algún modo ha de saberse que otros toques, más cursis aún para referidos, como lo de las condiciones que necesitaba él en una mujer para salir de su escondite, y lo de las prendas de que había de estar adornado un hombre para que yo me decidiera a quererle, etc., etc., ya se habían dado en el cuadro con toda la premeditación y hasta el ensañamiento y la alevosía que caben en un galán muy listo y escarmentado, y en una dama no tonta y menos dispuesta a perder el tiempo en juegos insulsos.

Imitando, o mejor diremos, prefigurando al héroe de una novela de Gabriel d'Anunnzio, aunque sin premeditación ni alevosía, sin sutilezas psicológicas y sin celos retrospectivos, sino en el arrebato y en la excitación del insomnio, agarró al Principito y lo arrojó al mar por la ventana del camarote.

¡Demonio, esta es verdaderamente horrible! Julia se echó a reír diciendo: En Sevilla las llaman «las tres circunstancias agravantes.» A la primera Premeditación, a la tercera Alevosía, y a la segunda Ensañamiento, por orden de fealdad. Tiene gracia... Cualquier día me voy a Sevilla por una de ellas. ¿Y son esas las primas de que me hablabas?

Soltáronle en efecto. Pero como quiera que los novillos no valgan nada cuando no hacen alguna de las suyas, amotinose en la plaza la parcialidad contraria a nuestro jaque, clamando que para eso no se sacaba el novillo, y el que no supiese torear la pagase, y que había sido una mala partida meterse entre dos que riñen a su salvo: que aquello de ayudar al capeador había sido una alevosía contra el toro; y aun es fama que alguno de los más leídos, que debía ser sobrino del cura, trató aquello de traición semejante a la de Beltrán Claquín, como le llama nuestro Mariana, cuando, volviendo lo de abajo arriba, dijo en Montiel: Ni quito ni pongo rey.