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Actualizado: 15 de junio de 2025


Al poco tiempo de llegar Ángela, su amiga apenas salía de casa sino para dormir; ni al paseo, ni al teatro, ni a misa siquiera dejaban de salir juntas.

La señora que estaba a su lado no era otra que su madrastra, la brigadiera Ángela en carne y hueso, mucho más ajada, con el cabello gris, pero todavía bella y arrogante. La circunstancia de estar tocando con ella y la oscuridad de la sala, habían hecho que no la viese hasta entonces.

La amable señorita le hizo unas cuantas preguntas de poca sustancia, y cogiéndole después por la barba y mirándole fijamente, dijo como si atase el hilo a una conversación empezada: ¡Pues no es feo este chico, Ángela! La brigadiera calló.

Y contestando con otra no menor reverencia á la abadesa, mientras la de Lemos callaba verdaderamente turbada por la situación, dijo: ¡Mi señora doña Angela!... Hace mucho tiempo que sólo me llamo sor Misericordia, caballero , dijo la religiosa con acento severo y agresivo. Perdonad, pero yo busco en vos la dama, cuando voy á hablaros del mundo, cuando voy á sacar vuestro pensamiento del claustro.

¿Pero no ve que duerme Ángela con ella? Ya lo ... puede salir del cuarto cuando todos estén durmiendo, sin hacer ruido... Ángela tiene el sueño pesado... Bien; yo se lo diré... y luego ella que haga lo que le parezca. Eso es: muchas gracias, Rafael. El chico se alejó sin contestar.

Era un temperamento muy nervioso el suyo; no cabía en él la indiferencia: o amaba o aborrecía. Por eso, pasada la sorpresa, sin buscar la razón de tal antipatía, trocose presto su amor en odio. Y a los pocos días la brigadiera Ángela, si quiso, pudo observar que los ojos de Miguel no expresaban ninguna clase de adoración.

Desde que se ha dado La pata de cabra, ningún título de piezas teatrales me sorprende repuso la marquesa; y desde que se han representado la Lucrecia, Ángela, Antony y Carlos el Hechizado, no hay argumento que se me haga increíble. Como el teatro es la escuela de las costumbres dijo con ironía el general , lo ponen al nivel de las que quieren introducir.

Nanita decía Angela, la menor, una niña que entre otros defectos que ya irán saliendo, tenía el horrible e imperdonable de comerse las uñas, Nanita, vas a desenredarme el pelo y hacerme la trenza. Así; perfectamente. Misia Gregoria llegaba: Anda, hija mía, ve cómo esa condenada de cocinera prepara el escabeche; entiendes de guisos.

Cuando llegó junto al ciego, que en lugar próximo le esperaba, la pena inmensa que oprimía el corazón de la pobre anciana reventó en un llorar ardiente, angustioso, y golpeándose la frente con el puño cerrado, exclamó: «¡Ingrata, ingrata, ingrata! No yorar ti, amri le dijo el ciego cariñoso, con habla sollozante . Señora tuya mala ser, ángela.

El aldeano se asomó a la caja de la escalera y gritó: Ángela, di a Rosa que venga en seguida... Está en la huerta escogiendo avellana... La fisonomía del indiano se nubló al pensar que iba a encontrarse frente a la joven. Por primera vez se le ocurrió que podía ser desairado. No tardó en presentarse Rosa. ¿Qué me quería, padre?

Palabra del Dia

rigoleto

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