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Contábase en Sevilla que el conde se embriagaba a menudo, y en las juergas que corría con sus amigotes, casi toda gente soez, hacía cosas indignas de su nombre. Una noche había desnudado a las mujerzuelas que le acompañaban y las había zambullido en el río; otra vez había hecho violencia a una criada del establecimiento donde cenaba en presencia y ayudado de sus amigos.

Tontas encontraba ella a porrillo; listas tampoco faltaban; lo que le parecía difícil de hallar eran las honradas, y no porque no las hubiese a montones, sino porque la duquesa no sabía encontrarlas, por aquello de que nadie hay más exigente ni que se complazca tanto en verlo todo manchado como quien vive zambullido en medio del fango.

Y se marchó, bruscamente, después de guardar el papelucho en su cartera de cuero. Parecióle a misia Casilda que, vestidita como estaba, la habían zambullido de cabeza en agua fría, porque daba diente con diente, como quien tiene tercianas, a la vez que llamaradas de fuego le quemaban la cara. ¡Esteven fiador de Quilito! ¿De qué manera había el joven obtenido esta firma? ¿directamente?

Cuando Milagros iba a pasar un rato con ella, si Bringas estaba en la oficina, charlaban a sus anchas, desahogando cada cual a su modo la pasión que a entrambas dominaba. Pero si el santo varón estaba en su hueco de ventana, zambullido en el microcosmos de la obra de pelo, las dos damas se encerraban en el Camón, y allí se despachaban a su gusto sin testigos.

El pseudo diputado, como pollo que han zambullido en una cuba de agua, furioso, hablaba nada menos que de fusilar al alemán Schlingen por la espalda; así aprendería a no engañar a la gente. En todos los ámbitos de la inmensa sala, esta idea de venganza contra el embaucador tomaba cuerpo. ¡Abajo Schlingen! ¡a la cárcel con él!

Un padre, de los ramplones de tres al cuarto, no hubiera parado mientes en este particular delicadísimo; y por lo mismo que veía a su hija precozmente desarrollada en lo físico y en lo intelectual; por lo mismo que la veía transformada, de la noche a la mañana, en mujer, y en mujer donairosa, elegante y llamativa, con todos los elementos a propósito para brillar y divertirse honradamente en el mundo, «al mundo con ella antes con antes», se habría dicho; y en el mundo la habría zambullido de golpe y porrazo... ¡Ah, padre bobalicón y mal aconsejado! ¡Quién es capaz de predecir lo que será de los pensamientos y de las inclinaciones y hasta de los caprichos de tu hija, respirando un ambiente que jamás ha respirado, y sin armas para defenderse en una región que nunca ha visto, llena de tentaciones y de estímulos que han de cebarse en su desapercibida naturaleza, como los mosquitos en el almíbar?

Y yo también respondió don Alejandro, recorriendo el salón a grandes pasos para desentumecerse . Pero no tengas cuidado, que no vendrán; y si vinieran, perderían el viaje y el tiempo, porque voy a dar órdenes para que se cierren las puertas, como si nos hubiéramos muerto o zambullido ya en la cama... Pero dime antes: de todas las visitas que nos han hecho hoy, ¿cuál te ha parecido la más molesta?