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Muchos aplausos. Llegó el cuarto toro, que correspondía de nuevo al Cigarrero. Era un Veragua colorado listón, bragado, ojinegro, abierto de cuerna y de buena estampa, como casi todos los del Duque; un bravo y hermoso animal. Merluza le colgó un buen par al cuarteo. El Serranito cogió después los palos, y en cuanto el público le vio en medio de la plaza, aplaudió. ¡Ole tu mare, saleroso!

El deseo de poseer una edición completa de sus escritos, movió al duque de Veragua, virrey de Valencia, Mecenas y amigo de la poesía, á dirigirse al mismo poeta para que le hiciese un catálogo de las auténticas.

A estotra parte, sobre la orilla de Guadalquivir , está Gelves, donde todos los romances antiguos de moros iban a jugar cañas, y hoy de sus ilustres condes y del gran Duque de Veragua, hijo y retrato de tan gran padre; que es, para no tener a mundos miedo, Portugal y Colón, Castro y Toledo . Soltáronsete dijo don Cleofás los consonantes, camarada.

Para fijar como ensayo el número de las comedias de Calderón y su orden cronológico, copiamos primero, por el valor auténtico que ofrece, la carta ya mencionada en la página 195 del tomo IV, del duque de Veragua, en que éste pedía al poeta que le remitiese un catálogo de sus comedias y autos, y la respuesta dada á esta carta por Calderón . «Carta del Excmo. Sr.

Fingió á la ida andar menos porque la gente no se desalentase; fingió á la vuelta andar más por desatinar á los pilotos; si á esta declaración se junta la que hacía á los Reyes en la carta que escribió desde Jamaica, diciendo que sólo él sería capaz de decir dónde estaba Veragua y de volver á la costa, no puede menos de reconocerse, ya que no la pedantería de que le acusa el escritor alemán Rodolfo Cronau, cierta inmodestia.

Este drama no se menciona por Calderón en el catálogo de sus comedias, que hizo en 1680 para el duque de Veragua, deduciéndose de esta circunstancia, que es uno de los últimos, si no el postrero, de todos sus dramas; pero ese catálogo incluye otras muchas obras, de cuya autenticidad se duda, y no hay que concederle mayor autoridad de la que tiene, aunque el examen detenido de esta composición parezca también confirmarlo.

Diole a Currita ganas de reír la pomposa hinchazón con que pronunciaba el ministro demócrata aquellas sonoras palabras: Palacio..., majestad..., rey..., reina, que parecían llenarle la ancha bocaza, y preguntó con su suavidad acostumbrada: ¿Quién?... ¿La Cisterna?... Crecióse el ministro como un toro de Veragua al que plantan una pica.

Gabriel Bocangel y Unzueta, natural de Madrid, bibliotecario del infante D. Fernando de Austria, que falleció en 1658. Juan Vélez de Guevara, hijo de Luis Vélez de Guevara, mencionado ya en el tomo anterior, nacido en 1611, muerto en 1675, primero al servicio del duque de Veragua, después oidor de la Audiencia de Sevilla, siguió la misma carrera de su padre, pero con menor éxito.

Duque de Veragua, escrita á Don Pedro Calderón de la Barca, siendo Virrey y Capitán general del reino de Valencia.

Ponderaron también la ferocidad de los toros que ellos cuidaban, se quejaron de la poca reputación que tenían y aún pronosticaron que al fin habían de abrirse camino hasta la magnífica plaza de Madrid, donde competirían con los de Veragua y los de Miura matando caballos a porrillo y metiendo en puño los animosos corazones de Lagartijo y de Frascuelo.