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Nietos de corsarios y de soldados, al vestir la sotana guardaban la arrogancia y la ruda virilidad de sus ascendientes. No eran impíos, pues su simpleza de pensamiento no les permitía este lujo, pero tampoco eran devotos ni austeros: amaban la vida con todas sus dulzuras y sentían la atracción de los peligros con atávico entusiasmo. La isla era una fábrica de sacerdotes animosos y aventureros.

Eran las 4 y 10 de la tarde, y aun ningún soldado había tomado alimento alguno; los oficiales para dar el ejemplo se habían negado á tomar el café que voluntariamente les ofrecieran varios vecinos. No obstante esta circunstancia, todos iban bien dispuestos, animosos, llenos de fe; ¡quizás presentían el gran triunfo que se les aproximaba, á medida que iban avanzando por el camino emprendido!

Hernando acabó por hacer entrega de todos los bienes de Yuste á los Hermanos de la pobre vida, á quienes donaron por su parte gruesas sumas el de Oropesa y el caballero trujillano, ofreciéndoles al despedirse constante protección para cuanto se les ocurriese en lo sucesivo. »Pero de aquí en adelante todo fué ya favorable á la santa empresa de aquellos animosos solitarios.

Uno que deseaba la enmienda desto, le echó una carta del tenor siguiente: «Iltre. señor: Los que se desvelan y ponen toda su felicidad en ser tenidos y tratados de ilustres, debríanse preciar de serlo, así en obras de buenos cristianos, como de animosos caballeros.

Los sacerdotes marchaban animosos, dando gritos de exhortación sin cansarse; los miserables reos iban pálidos, decaídos y sin fuerzas. Bien se vio de qué parte estaba la ayuda celeste. Los sentenciados fueron conducidos al pie del castillo de Bellver, para la quema final.

Al acercarse, Juan Claudio vio a los montañeses del Dagsberg acurrucados en unos a modo de pozos redondos que, a distancia de veinte pasos unos de otros, habían hecho. Aquellos animosos hombres se hallaban sentados en las mochilas, con la cantimplora a la derecha, el sombrero o las gorras de piel de zorro metidos hasta las orejas y el fusil entre las piernas.

Lewis, que había bebido mucho en la mesa, recordando al hablar del juego la inutilidad de su vida, cayó de pronto en una tristeza densa, de ebrio melancólico y digno. Dos sobrinos míos murieron en la batalla naval de Jutlandia. Seis hijos de mi hermano han muerto en Francia en una sola tarde: pertenecían al mismo batallón. Todos jóvenes, animosos, deseando hacer algo.

Vamos, tranquilízate, «mon cher» le dijo el gascón. ¿Te han aterrorizado las ratas del sótano? En mi tiempo, los jóvenes eran más animosos. Cuando yo tenía quince años... Dejad vuestra historia para otro momento, vizconde, si os place. Ahora beberemos interrumpió con serena autoridad don Fernando. Tenéis razón, querido consuegro. Bebamos a la salud del último duque de Sandoval.

De los grupos salían mujeres y niños, que se arrojaban sobre ellos queriendo detenerles. ¡Agüelo! gritaban los nietos. ¡Pare! gemían las mocetonas. Y los animosos vejetes, irguiéndose como los rocines moribundos al oír el clarín de las batallas, repelían los brazos que se anudaban a sus cuellos y piernas, y gritaban contestando a la voz de su jefe: ¡Presente, capitá!

¡Hijos animosos de Entralgo, Toribión de Lorío y Firmo de Rivota han conquistado el campo de batalla! En vano , magnánimo Quino, luchaste con denuedo en lo alto del Barrero, aprovechando lo fuerte de la posición y las paredes de las casas que te guardaban las espaldas.