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El vaho y el humo borran las líneas y hacen que destaquen en mancha, sin contorno, las notas verdes y blancas de las mesas y la larga pincelada roja del diván. Un reloj suena con diez metálicas vibraciones. ¿Está usted vendimiando ya en la Umbría? pregunta uno de los contertulios a otro. , ayer di orden de que principiaran. Yo mañana me marcho a la Fontana; quiero principiar pasado mañana.

Un afluente arroyuelo, que de la selva umbría desciende entre peñascos, la baña con amor; y un chorro le regaba por tosca cañería, que en la callada noche es canto y melodía y néctar cristalino del día en el calor.

Y en la accidentada historia de lo poco que he vivido, evocaré enternecido los gentiles surtidores que, blandos y arrulladores cual la brisa del desierto, me hacían soñar despierto con mi recuerdo querido. Es tu voz cuando cantas dulce fuente, arroyo fresco que en la selva umbría el himno de cristal de su corriente va entonando en suave melodía.

La brisa de la noche entre sus hojas Hace brotar suspiros de dolor, Cual de tus labios ecos misteriosos El delirante beso del amor. La selva umbría que lo guarda en torno Impide ver sus ondas de cristal, Cual del pudor el velo misterioso Sombrea tu semblante sin igual.

Y vagando por la frondosidad umbría de aquellos valles, apareció también a Miguel de Zuheros la virginal figura de doña Sol de Quiñones, que no le censuraba, sino que le compadecía de que volviese a verla, olvidado de su poético enamoramiento y acompañado y consolado por donna Olimpia. La Ínsula Firme se había sumergido también en el Atlántico como otras mil fábulas venerandas.

Y un sosiego armonioso se exhala de los crepúsculos vespertinos en el callado patio, bajo la parra umbría, mientras el huerto se sume en la penumbra y suenan lentas, una a una, las campanadas del Angelus. Verdú pasea por la estancia. Es alto; su cabellera es larga; la barba la tiene intonsa; su cara pálida está ligeramente abotagada. Camina despacio, deteniéndose, apoyándose en los muebles.

Es una cosa sin nombre Como esas blancas visiones, Que en largas meditaciones Pasan con vuelo fugaz; Ó como el blando murmullo Que se oye en la selva umbría, Cuando de la noche fria Sopla la brisa fugaz.

Fué catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Santo Tomás. Ocupó altos cargos administrativos. Colaboró en los principales periódicos de Manila, singularmente en el "Diario". Regresó de allá hacia 1898. Vive ahora en Alcalá de Henares. Dadme canoras aves la armonía que en cascada sonora surge del fondo de la selva umbría, cuando el naciente día fresco rocío en las campiñas llora.

A la otra parte de la laguna recomienza la verde sábana. Entre los viñedos destacan las manchas amarillentas de las tierras paniegas y las manchas rojizas de las tierras protoxidadas con la labranza nueva. Ejércitos de olivos, puestos en liños cuidadosos, descienden por los declives; solapadas entre los olmos asoman las casas de la Umbría; un tenue telón zarco cierra el horizonte.

Porque no te veia, una vez maldiciendo, otra llorando, la vista dirigia á la arboleda umbría, sólo de ruiseñores habitada, que, la intensa pradera atravesando, termina en el umbral de tu morada. Ya se iban apagando del ciclo azul los tornasoles rojos... Yo, el rostro contrayendo de rabia y de dolor, cerré los ojos y... ya nunca te aguardo maldiciendo.