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Muchos bulevares flanqueados de olmos hermosísimos, muy frondosos, rodeaban aquella ciudad de severa sombra. Cuatro veces al día para ir y volver al colegio los cruzaba yo. No era el camino más directo, pero el más apropiado a mis aficiones, porque me acercaba algo a la campiña.

Solo, completamente solo, en el crepúsculo azul que descendía del cielo sobre los olmos cuajados de ligero follaje, a la luz de las primeras estrellas que se filtraba a través de las ramas de los árboles como chispas sembradas sobre el encaje de las hojas, caminaba por la ancha avenida escuchando aquella música tan bien acompasada y dejándome guiar por sus cadencias.

A la otra parte de la laguna recomienza la verde sábana. Entre los viñedos destacan las manchas amarillentas de las tierras paniegas y las manchas rojizas de las tierras protoxidadas con la labranza nueva. Ejércitos de olivos, puestos en liños cuidadosos, descienden por los declives; solapadas entre los olmos asoman las casas de la Umbría; un tenue telón zarco cierra el horizonte.

Pero antes abrió la ventana de su cuarto porque se hallaba harto sofocada. Miró al valle. ¡Qué hermoso estaba, bañado por la dulce claridad de la luna! La presa del molino como una cinta retorcida de plata corría hacia el río entre dos filas de avellanos. Jirones de tenue niebla colgaban de la punta de los altos olmos y abedules.

Donde quiera se destacan entre filas regulares de corpulentos olmos, tilos y castaños, numerosas calles compuestas de casitas y tiendas repletas de todo lo que la industria puede producir mas elegante y rico en materia de joyas, sederías, cristalería, curiosidades artísticas, guantería y mil otros objetos de gusto y de uso indispensable en la sociedad lujosa, que el capricho de la moda se esfuerza por exagerar y variar hasta lo infinito.

En efecto, desde la salida del arrabal de Aarmuhle comienza una hermosa alameda que va á terminar en el puerto de los vapores del lago de Brienz, compuesta de dos filas de magníficos olmos y nogales, detras de las cuales se extienden lustrosas praderas y se destacan formando calle veinticinco ó treinta hoteles de construccion elegante, rodeados de jardines, terrazas y pabellones de verdura; hoteles que alternan en su larga fila con numerosas casitas de artístico aspecto, donde el viajero encuentra tiendas de perfumería y objetos de viaje, armas y una gran profusion de pequeños museos compuestos de vistas de tipos y paisajes, curiosidades alpestres, cristales tallados, juguetes y muebles nacionales trabajados con madera, hueso, marfil, cuerno, etc., y curiosas muestras de los bordados y tocados del país.

Se venía la noche precipitadamente. Los altos olmos recortaban aún con admirable pureza sus ramas en el fondo diáfano de la atmósfera; pero de sus copas caía sobre la carretera una sombra cada vez más espesa. La campiña había perdido el color, extendía en el horizonte sus lomos sombríos donde apenas resaltaban los toques amarillos de alguna heredad plantada de trigo.

El sol daba en los grandes olmos de follaje espeso de la Ciudadela y los enrojecía y los coloreaba con un tono de cobre. Bajando desde lo alto, por senderos de cabras, se llegaba a un camino que corría junto a las aguas claras del Ibaya.

Dos o tres veces vi a Magdalena que salía y marchaba hacia las alamedas como quien busca a alguien. Desapareció y volvió otra vez, vaciló entre tres o cuatro caminos que conducían del parterre a los confines del parque y al fin tomó por uno de ellos, cubierto de olmos, que terminaba en los estanques. De un salto pasé de una a otra orilla y la seguí.

Allí en la torre que vistió la yedra Su luz derrama la naciente luna, Y el buho errante de una en otra piedra Con su queja las ruinas importuna. Aquí á la sombra de olmos y de abetos En tumbas que la grama festonea, Duermen en tierra, ya por siempre quietos, Los rústicos abuelos de la aldea.