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Cada cual contó su caso en apoyo de ella y el cura resumió todos los turnos manifestando que nada tenían de particular aquellos milagrosos efectos, dada la presencia en el cuerpo del enfermo del Señor de cielos y tierra, en cuyas manos está la salud de todos los mortales. A las diez de la noche trajeron el Viático a doña Gertrudis con todo el aparato que merecía tan solemne acto.

He dicho.» E iniciado el debate, habríamos discutido con todos los turnos que fuesen menester, y al reasumir yo, es seguro que, en uso de vuestros derechos individuales, os habríais ido al catre, sin que el Mosco las echase de tirano centralizador. Pero ahora, después de vuestra calaverada sin substancia, veo difícil que encaucemos el debate.

En cambio, fue a todos los teatros de Madrid, visitando varios cada noche; asistió a estrenos, funciones de beneficencia y turnos distintos; todo en balde. «No la dejará su marido, o no querrá ella separarse del niño. ¡Claro! Una mujer así tiene que ser buena madre. Además, le dará pena ir al teatro... ¡sitio en que me conoció!

23 Así ellos y sus hijos eran porteros por [sus] turnos a las puertas de la Casa del SE

Vamos, señor Cornelio; vos a proa y yo a popa. Terminada la frugal cena, el Capitán, el pescador y Hans se tendieron en el fondo de la chalupa, en espera de sus respectivos turnos de guardia, mientras el piloto y Cornelio se sentaban, el uno a proa, para vigilar el río, aguas arriba, y el otro a popa, para no dejarse sorprender por los piratas que tenían que venir por la parte del mar.

»Item, que los poetas más antiguos se repartan por sus turnos a dar limosna de sonetos, canciones, madrigales, silvas, décimas, romances y todos los demás géneros de versos a poetas vergonzantes que piden de noche, y a recoger los que hallaren enfermos comentando, o perdidos en las Soledades de don Luis de Góngora; que haya una portería en la Academia, por donde se sopa de versos a los poetas mendigos.

No se me alcanza bien por qué el Sr. Danvila se inclina a mostrar a D. Cristóbal harto caído y desatendido por el nuevo monarca. Natural era que hubiese entonces turnos pacíficos, como los hay ahora, aunque durando muchísimo más cada vuelta.

Cuando se alejaron los muchachos para incorporarse al corro, discutiendo en voz baja el modo de repartirse los turnos, cesó el Cantó en su lastimera poesía, lanzando el último cacareo con voz dolorosa, que parecía desgarrar definitivamente su pobre garganta.