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Aunque más agitada, no dejaba de ser dulce y sabrosa la que llevaba el capellán D. Lesmes. Rasurado con primor, más bien delgado que grueso, de tez sonrosada, nariz aguileña, ojos pequeños y vivos y no poco pícaros, de cuarenta años de edad. No tenía más órdenes que la prima tonsura impuesta para que pudiese disfrutar las pingües rentas de una capellanía de familia.

El ciego es un viejo de perfil monástico, con una capa tabacosa, que le llega a los zuecos. La zampoña que lleva a la espalda le hace el bulto de una joroba, bajo la luenga capa. El lazarillo va cargado con las alforjas: Es un niño aldeano vestido de estameña, con la guedeja trasquilada sobre la frente con tonsura casi medioeval. ¿Hay licencia? ANDREÍ

Ambos jadeaban: su dificultosa respiración parecía el resuello de un accidentado; las triples roscas de la papada y el rollo del pestorejo aureolaban con formidable nimbo de carne las faces moradas de puro inyectadas de sangre espesa; y cuando se volvían de espaldas, en el mismo sitio en que el Arcipreste lucía la tonsura ostentaba su hermana un moñito de pelo gris, análogo al que gastan los toreros.

En efecto, podia el noviciado ser de un año, y sin embargo continuar el religioso sin tonsura y con el mismo hábito de noviciado hasta que se cumpliese otro año de probacion. De esta manera puede esplicarse el cánon 34 citado que manda no se fácil ingreso á los novicios en el monasterio, y que no se abran coronas ni cambien de vestimenta hasta hacer profesion terminado el año de prueba.

Hallándose en Madrid, llamado para este fin, mandó publicar en su obispado una Constitucion sobre el hábito y tonsura de los ordenados de corona para gozar del privilegio clerical conforme á la Bula de Alejandro VI. Hizo igualmente recoger en un volúmen las Constituciones y Ordenanzas de sus antecesores.

Y encima de los golpes, humillantes para su dignidad de bravo, la certeza del encierro en el Seminario; la negra sotana, semejante a las faldas de las mujeres, y el pelo cortado al rape, perdiendo para siempre aquellos bucles que asomaban arrogantes bajo las alas de su sombrero; la tonsura, que haría reír o infundiría un frío respeto a las atlotas, y ¡adiós bailes y noviazgos! ¡adiós cuchillo!...

¡Día feliz aquél en que la simple tonsura le hizo soldado de la milicia de Cristo!

Un fraile dominico, con barba y sin tonsura, dormita a pocos pasos del féretro, sentado en un escaño. Rosa camina hacia él. El novicio abre entonces los ojos y murmura, como espantado: ¡Vive Dios! ¡Con ella soñaba, y la veía venir con ese sayal, con ese velo, con esas flores!

Los cinco hermanos se parecen: Altos, cenceños, apuestos, con los ojos duros y el corvar de la nariz soberbio. Don Farruquiño se distingue de los otros en que lleva tonsura y alzacuello. ¡Creéis que en casa de mi madre se comía con cucharas de madera! DON FARRUQUI

No ciertamente en la tonsura, borrada por una selva de pelo gris y cerdoso, ni tampoco en la rasuración, pues los duros cañones de su azulada barba contarían un mes de antigüedad; menos aún en el alzacuello, que no traía, ni en la ropa, que era semejante a la de sus compañeros de caza, con el aditamento de unas botas de montar, de charol de vaca muy descascaradas y cortadas por las arrugas.