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Que no voy a la estancia, digo gritó Angela, con todos los síntomas de sus prontos más temidos, que no voy, no y no, ¿han oído? Dió la nota más alta de su voz de tiple, con tal fuerza, que los cristales temblaron, y hubo que llevar la mano a las orejas; pateando, llorando, aporreando los muebles con el puño iracundo, salió del saloncito, como una exhalación. Del golpe, la puerta casi se desencaja.

No es razon que haya quien diga al mundo, que pudo mas en vuestros corazones el torpe miedo que la memoria de las heróicas hazañas que consiguieron vuestros abuelos, i de las que nos han hecho tan famosos i tan temidos, tan respetados i tan potentes.» I dando riendas á su feroz caballo, se entró en el ejército godo, atropellando é hiriendo á cuantos intentaban vanamente cerrarle el paso.

Fernan Jiménez de Arenós, aunque por el concierto pudiera dividirse, y gobernar solo por , no quiso apartarse de Berenguer de Entenza, porque le pareció que no perdia reputacion en obedecer á un hombre igual en sangre, y mayor en años, y tambien por ser muy pocos los que le seguían, y temerse de Rocafort; y así Berenguer, y Fernan unieron sus fuerzas por ser mas respetados, y temidos.

Pero seamos indiscretos y contemos lo que vimos, ocultos en la estancia inmediata y sin ser vistos por ellas. Inés, en quien primeramente se fijaron mis ojos desde la puerta, estaba en la reja, como en acecho, mirando ora a la calle, ora adentro, sin duda para dar la voz de alarma en cuanto el pomposo perfil y los pomposos y temidos espejuelos de doña María volviesen la esquina de la calle Ancha.

Uno de los más temidos valentones que á fines del siglo XVI había en Sevilla, donde tantos se encontraban, era Gonzalo Xeniz, cuya vida aventurera y ladronesca pudiera ser objeto de un libro.

Sus habitantes que se hallan cuasi desnudos y carecen hasta de víveres, se ven obligados á robar; por lo que son temidos de sus vecinos, cuyos campos devastan y saquean sin hallar quien ponga obstáculo á sus rapiñas. Finalmente la industria de este canton se reduce á muy poca cosa, aunque, desde el tiempo de los Jesuitas, se han reservado sus naturales la fundicion de campanas y de calderas.

Hombre de años es ya, pero no viejo, respondió doña Guiomar, que aún no pasa de los cuarenta y cinco, y es uno de los capitanes más temidos y más respetados de los ejércitos de su majestad; lo que, y sus otras buenas cualidades, no es parte para que yo deje de aborrecerle y desee venganza contra él, y de tal manera, que si al fin ese amor que vos decís tenerme, y al que yo os digo correspondo cuanto corresponder puedo, llegase a sus buenos términos, yo no me desposaría con vos, si antes no me habíais vengado y libertado de ese hombre; que para que vos podáis estimarle en lo que vale, sabed se llama don Baltasar de Peralta, que ya por su buen ingenio, como por su valor, su nobleza y su hacienda, es en Sevilla de todos conocido y estimado.

No repetiré la narración del viaje, tan diferente, sin embargo, del primero. ¡Cómo bajábamos aquellos chorros temidos, Perico, Mezuno, Guarinó, que tantas dificultades presentaron a la subida!

El eco de la revolución inglesa vibraba aún en el mundo. Los monarcas querían ser amados, no temidos, y en casi todas las naciones luchaban con el embrutecimiento de las masas, imponiendo las reformas progresivas de real orden y casi por la fuerza. Pero el gran mal del sistema monárquico es la herencia, el poder vinculado en una familia.

El ejército de los Turcos llegaba á ocho mil caballos y doce mil infantes Caramanos todos, los mas valientes y temidos de toda la nacion, superiores en número á los nuestros, pero muy inferiores en el valor, en la disciplina, en la ordenanza militar, y en las armas ofensivas y defensivas; solo habia igualdad en el ánimo y deseo de pelear.