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Sus habitantes que se hallan cuasi desnudos y carecen hasta de víveres, se ven obligados á robar; por lo que son temidos de sus vecinos, cuyos campos devastan y saquean sin hallar quien ponga obstáculo á sus rapiñas. Finalmente la industria de este canton se reduce á muy poca cosa, aunque, desde el tiempo de los Jesuitas, se han reservado sus naturales la fundicion de campanas y de calderas.

Terminada esta operación, que por lo regular siempre finaliza con escenas violentas, se dedican á "forragear", lo que significa procurarse cada cual sus alimentos para el día, en cuya labor no reparan en medios, pues lo mismo saquean una bodega, que le roban á un campesino todas sus aves de corral.

Habéis de saber que en tierra de Francia continúan los cintarazos, porque andan como siempre divididos y en armas brabantinos, nanteses, gascones y aventureros de todas clases, sin contar numerosas bandas de rufianes sin bandera, que cercan y saquean ciudades y dan y reciben cuchilladas sin cuento.

40 Aportillaste todos sus vallados; has quebrantado sus fortalezas. 41 Lo saquean todos los que pasaron por el camino; es oprobio a sus vecinos. 42 Has ensalzado la diestra de sus enemigos; has alegrado a todos sus adversarios. 43 Embotaste asimismo el filo de su espada, y no lo levantaste en la batalla. 44 Hiciste cesar su claridad, y echaste su trono por tierra.

La fuerza prevalece sobre el derecho, los poderosos humillan y tiranizan a los débiles y los grandes saquean, asesinan y devoran a los pequeños.

Supone el Sr. De aquí resulta que el más blando y humano de nosotros es un Calígula-Torquemada. Y que á fin de evitar que sigamos haciendo atrocidades contra los pobrecitos é inofensivos insurrectos, los Estados Unidos tienen el deber moral de reconocer la beligerancia de dichos señores que no talan, ni incendian, ni saquean, ni cometen atrocidad alguna.

Habría escrito al kaiser ó á Hindenburg, enviándolos un millón, dos millones, lo que pidieran. «Ya que ustedes restablecen la esclavitud y saquean los pueblos, ahí va dinero. Devuélvanme á mi hijo.» Y lo tendría ya á mi lado. ¡Pero soy pobre!... ¡Si supieras cómo amo ahora el dinero, sólo por él!

Baste de introducción y empiece el diálogo. El arrogante D. Valentín habló primero y dijo: Vamos, hombre; confiese usted que no hemos debido sufrir tantas ofensas y amenazas de intervenir con las armas en nuestras discordias civiles; jactanciosa seguridad de acogotarnos en un dos por tres, derrotando nuestro ejército y echando á pique nuestra flota; y envío incesante de aplausos á los insurrectos, de insultos feroces á los leales, y de armas, municiones, dinero, víveres y toda clase de auxilios á los que devastan, incendian, saquean y destruyen la riqueza de Cuba, para pedirnos luego indemnización por los mismos estragos y ruinas, que sin el favor de los yankees jamás se hubieran causado.