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Y señalaba a Luis que, atraído por la novedad, se olvidaba de ella para requebrar a sus vecinas; dos jornaleras que ofrecían el encanto de una belleza rústica, mal lavada; dos beldades de cortijo en las que creía aspirar el perfume acre de las dehesas, el vaho animal de los rebaños. Era cerca de media noche cuando terminó la cena. El ambiente de la sala se había caldeado y era sofocante.

Y, sin mirar a otra cosa que aquella a que su gusto le inclinaba, al cabo de tres días de la ausencia de Anselmo, en los cuales estuvo en continua batalla por resistir a sus deseos, comenzó a requebrar a Camila, con tanta turbación y con tan amorosas razones que Camila quedó suspensa, y no hizo otra cosa que levantarse de donde estaba y entrarse a su aposento, sin respondelle palabra alguna.

En tan angustiosa situación, empezó D. Gumersindo a frecuentar la casa de Pepita y de su madre y a requebrar a Pepita con más ahínco y persistencia que solía requebrar a otras.

Aseguraban que Julián no iba a ninguna parte, que se había hecho hombre serio hasta el punto de no requebrar a ninguna mujer, y por último, que cuando hablaba de ella, aun tratando de mostrarse reservado, revelaba una emoción profunda.

Mozos encandilados por el alcohol, que se detenían para requebrar a las chicas; honrados padres de familia que bregaban con la prole máxima, mientras la esposa traía en brazos al mocoso rebelde y llorón.

Si parece usted un espantajo. ¿Qué diría la gente si le ve y le oye hablar aquí y requebrar en la oscuridad a una mocita? Capaz será de decir que ha perdido usted la chaveta y que no sirve para secretario del Ayuntamiento y consejero de don Andrés. Don Paco se apartó entonces y dejó pasar a Juanita; pero en vez de dirigirse hacia la fuente, se volvió, siguiéndola, hacia el lugar.

Todas las niñas que en Sarrió hay la bienvenida le van a dar. Y desde entonces, como si aquélla fuese la señal, no cesaron de requebrar en sus cánticos al magnate. El cual, dirigiendo el monocle unas veces a la derecha, otras a la izquierda, y sacudiendo la cabeza con benévola sonrisa, repetía por lo bajo: ¡Precioso, precioso! ¡Un tapiz de Teniers! ¡Un paisaje de Lorrain!

Como todos los seres flacos de espíritu en los casos de apuro, acudía al recurso peor, con tal que le dejase respirar por el momento. Cecilia recibió aquellos homenajes con sosiego, sin manifestar el gozo que las mujeres suelen sentir al oirse requebrar de quien aman. Vienes muy adulador hoy, Gonzalo. No me gustan los mimos le dijo al fin sonriendo.

Nunca había tenido inclinación alguna amorosa a una mujer determinada; pero inocentemente, sin malicia, gustaba de todas y era el viejo más amigo de requebrar a las muchachas y que más las hiciese reír que había en diez leguas a la redonda. Ya he dicho que era tío de la Pepita. Cuando frisaba en los ochenta años, iba ella a cumplir los diez y seis.

La pasión hacia Rosa, aunque mezclada ahora de rencor, no mermaba; antes parecía crecer con el alejamiento y el recuerdo del vigoroso mojicón recibido. Particularmente, cuando Andrés llegó en el mes de Abril a Riofrío y comenzó a requebrar a su sobrina, se encendió de modo notable con el combustible de los celos.