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La mujer, que come una manzana y tras de cada bocado que le tira se rasca la cabeza por debajo de la muselina, es la costilla de Antón Perales. El otro personaje, más viejo que todos los demás, y que observa el cuadro, taciturno y reflexivo, es convecino del comprador: llámase tío Juan de la Llosa, y asiste, á la sazón, en calidad de perito. Sus títulos al efecto están en toda regla.

No eran tan terribles. En Inglaterra se reirían oyéndoles hablar de tales gentes. Allí las despreciaban, si es que alguna vez hacían memoria de ellas. ¿Pero es que Londres es Bilbao? gritó exasperado el doctor. ¿Acaso Inglaterra es España? Ya yo que se ríen de ellos en todas las naciones modernas y poderosas: únicamente Francia se rasca de vez en cuando para echárselos lejos.

El viejo lanza por entre sus dientes un salivazo negruzco, medita un instante y murmura: ¿Por qué no lo he de reconocer? ¿Y qué tal te encuentras? El viejo vuelve a meditar, se rasca la cabeza y dice: ¿Cómo me he de encontrar?

La tía Roma, por acuerdo de Quevedito, le daba friegas con un cepillo, rasca que te rasca, como si le estuviera sacando lustre. Valentín había espirado ya. Su hermana, que quieras que no, allá se fué, le dió mil besos, y, ayudada de las amigas, se dispuso á cumplir los últimos deberes con el pobre niño.

345 No hay juerza contra el destino que le ha señalao el cielo, y aunque no tenga consuelo, ¡aguante el que está en trabajo! ¡Nadies se rasca pa abajo, ni se lonjea contra el pelo! 346 Con el gaucho desgraciao no hay uno que no se entone ¡la menor falta lo espone a andar con los avestruces faltan otros con más luces y siempre hay quien los perdone. XII Ansí estuve en la partida.

El mozo ya no rasca laúdes ni vihuelas, y se pasea por el Cerrillo de San Blas muy cabizbajo y melancólico. Los criados del Conde le andan buscando para darle una paliza; pero escapa de ella, gracias á las tretas del socarrón de su lacayo, que no por estar muerto de hambre deja de ser maestro en artimañas y sutilezas. Los amantes van á ser separados para siempre.

Pues sólo cuestan seis reales, y con ellas pueden visitarse las sacristías, el guardarropa, las capillas de don Álvaro de Luna y del cardenal Albornoz, y la Sala Capitular, con sus dos filas de retratos de arzobispos, que son una maravilla. ¿Quién no se rasca el bolsillo por ver tales portentos?

Pensaba yo en esto, amigo Ojeda, mirando a los respetables patriarcas que van abajo con sus hopalandas de pieles a pesar del calor. «Algo y aun algos». Para ésos, la línea ha perdido su antigua virtud... Mírelos: ¡rasca que rasca!...

Cuando se le hace una proposicion, por halagüeña que sea, vacila un momento, guarda silencio con aire cazurro, se rasca una oreja y acaba por decir: «Compadre, lo pensaremosNinguno le arrancará jamas una resolucion improvisada ó una respuesta categórica por sorpresa.

David, el viejo criado, observa sus juegos con gran atención, por la claraboya del granero, donde ha establecido su residencia; rasca su cabeza gris, y murmura entre dientes toda clase de cosas incomprensibles. Gertrudis lo ve un día y se lo muestra a Juan. Habrá que hacer una broma a ese viejo cazurro murmura la joven.