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Acuérdese usted de aquel gran filósofo que expiró en una cruz dejando consagrados los principios de la Humanidad. ¡Qué principios ni qué...! ¿quiere usted marcharse de aquí, so chinche?... Vaya que es de lo más pelmazo y cargante y apestoso que he visto. Siempre que estoy angustiado me sale con esos retruécanos. Amigo mío, mucha calma.

Nuestra reunión, decía le recordaba esos grupos de segadores que suelen verse en verano, oprimiéndose al abrigo de los cercados y cuyos rústicos banquetes nunca había podido contemplar sin envidia.

Tablas era la honda; pero distaba mucho de ser la mano. Pues, señores añadió López . ¡Yo mismo les he llevado ayer un saco con media fanega de veneno! ¡Media fanega de veneno! ¿Y se lo has llevado? , porque no sabía lo que era. No es la primera vez que esos malvados reciben remesas de veneno. El saco que les llevé ayer vino de Cataluña para ese.... No le quiero nombrar.

¡Ah, Rosita!, ¿cómo puede usted hablar en esos términos del buen Ramón, que me afeita de balde, y de esa ilustre Marisalada que ha sido aplaudida por generales y por ministros? Nada de eso impide replicó Rosa Mística que haya sido cómica, de las que antes estaban excomulgadas, y que deberían estarlo todavía. Yo quisiera saber por qué no lo están ya.

Ya estará usted enterado de lo que ocurre le dijo, mientras dos remeros hacían deslizar el bote sobre las olas . ¡Esos bandidos!... ¡Esos mandolinistas!... Ulises, sin saber por qué, hizo un gesto afirmativo. Este burgués indignado era un alemán: uno de los que ayudaban á la doctora. Bastaba oírle.

Y cuando los federales en sesión solemne celebrada en la Academia de jurisprudencia, quisieron hacer declarar a los cubanos de Madrid que se contentaban con la República federal española, Martí, allí presente, se opuso a ello, y en un debate que lo mantuvo en pie siete horas, echó por el suelo esos propósitos. Martí se opuso también a la creación en Madrid de un Casino Cubano.

A los pies del lecho, indolentemente envuelta en una especie de bata de color de rosa con encajes, mal cogidas las anchas trenzas negras, extendidos los pies, que calzaban unos chapines de tafilete blanco, apoyado un brazo en otro brazo del sillón, y sobre la mano uno de esos semblantes en que no se sabe qué admirar más, si la fuerza de la juventud, la fuerza de la hermosura ó la fuerza de la expresión, había una mujer como de veinticuatro años, sonriente, alegre, escuchando con delicia á Quevedo, que leía uno de los mejores capítulos del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.

No se han atrevido esos pícaros diaristas a nombrarme, pero harto se conoce a quién va dirigido el dardo. Señora dijo un guacamayo la libertad de la imprenta, según dijo Argüelles en las Cortes, allí donde tiene el veneno tiene también la triaca.

La industria es una lucha eterna entre el hombre y la naturaleza, es la aplicacion y la multiplicacion de las fuerzas ocultas en el seno del mundo, es la continuacion del mundo mismo, el complemento de la obra de Dios: si os sentís inspirado á la vista de un templo ó de un palacio, ¿cómo no ha de enardecerse vuestra fantasía y latir vuestro corazon al presenciar esos espectáculos sublimes en que la inteligencia humana subyuga y hace servir en su provecho todos los elementos que le rodean?

¡Esos miserables tienen ahí toda la moneda de la diócesis!... Y todo eso es mío y del cerero.... ¡Ladrones!... Caballero Magistral, entendámonos; usted predica una religión de paz... pues bien, ese dinero es mío....