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Volvió a mirar Simón a su mujer, como preguntándola: «¿qué te parece de esto?»; pero con tal mirada y tal semblante le contestó Juana, que, no pudiendo aquél resistirla sereno, volvió sus ojos al señor cura, y le dijo por decir algo: Lo pensaremos, señor don Justo. Y haréis bien replicó éste.

Pero yo averiguaré.... Veremos, Gabriel... pensaremos en ello. ¿Y los canónigos? ¿Y el cardenal? ¿No se opondrán a que la pobre muchacha vuelva a las Claverías? ¡Bah! La cosa ocurrió hace tiempo y pocos se acuerdan. Además, la muchacha podemos llevarla a un convento, para que esté recogidita y tranquila, sin escándalo de nadie. No; eso no, tía. Es un remedio cruel.

, y dije: buen mozo, con barba corta y bigote largo, bien plantao, mu fino... en fin, usted. Gracias, prenda. Pues mañana tienes que venir aquí para que te otra carta. Mire usted que me despiden. Calla, y escucha. Te daré la carta y la dejas sobre un mueble donde ella la vea, Si riñe, hemos concluido, y pensaremos otra cosa: si calla, ya sabemos a qué atenernos.

«Parece que dudas si Nos, al ver tu cuidado de castigar con severidad á los pérfidos que fingiéndose cristianos blasfeman de Cristo, lo crucifican con infidelidad judáica, i están pertinaces en su apostasía, pensarémos que lo haces mas por ambicion i codicia de bienes temporales que por celo de la fe i verdad católica ó temor de Dios; pero debes estar cierta de que no hemos tenido ni aun leve sospecha de ello; pues aunque algunas personas han susurrado algunas especies para cubrir las iniquidades de los castigados, no hemos podido creer injusticia tuya ni de tu ilustre consorte, nuestro hijo carisimo.

» ¡Qué vamos a hacerle, querido tutor! No hay más remedio que bajar la cabeza ante una imposición de esa índole dijo a su vez Amaury, sin poder ocultar su gozo bajo la apariencia de la pena. Aun cuando usted esté lejos de nosotros, siempre pensaremos en usted, y lo tendremos presente.

Ya pensaremos lo que se ha de hacer. Pero entre tanto, le repito, ¡silencio, mucho silencio! Luego se puso a dar paseos por la estancia sin decir palabra, como si Barragán no estuviese allí.

Díganos usted un día cualquiera, que aunque luego resulte otro, pensaremos que no ha sido por su voluntad. Bueno, pues mañana. ¡Eso tampoco! gritaron ambas solteronas alborozadas. No son ustedes fáciles de contentar. ¿Qué día quieren que me case? Señálenlo ustedes. El conde no había dicho una palabra a nadie de la ruptura de su matrimonio.

Cuando se le hace una proposicion, por halagüeña que sea, vacila un momento, guarda silencio con aire cazurro, se rasca una oreja y acaba por decir: «Compadre, lo pensaremosNinguno le arrancará jamas una resolucion improvisada ó una respuesta categórica por sorpresa.