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Si no es posible formar un juicio, ni aun idea de un término, es evidente que no se podrá raciocinar ni pensar de ningun modo: el raciocinio implica un enlace de juicios pues que se trata de sacar una consecuencia ligada con las premisas. Pero todavía se puede esforzar mas la demostracion.

Algunos hombres de buen ingenio, reflexîonando sobre la fuerza natural de raciocinar, observaron, meditando mucho en ello, el modo como el entendimiento procede con mas acierto en la formacion de los raciocinios. De esta observacion nacieron las reglas; y la junta de estas reglas formó el Arte; porque así como la observacion atenta de las obras de la naturaleza ha dado motivo para establecer máxîmas constantes en la Física, del mismo modo la observacion atenta de lo que executa el entendimiento raciocinando, ha dado fundamento al Arte Lógica. Es, pues, la Lógica artificial Arte de descubrir la verdad por el raciocinio. Como hoy los Filósofos se han extraviado mucho de la verdadera Lógica, es preciso aclarar mas este asunto. No es lo mismo la razon que el raciocinio: distínguense entre , como que la razon, aunque incluye raciocinio, se extiende á otras cosas que no lo son. Las primeras verdades, ó primeros principios del entendimiento humano son la razon fundamental de todas las cosas, y estos no pueden probarse por sylogismos, porque no hay otras verdades que puedan servir de premisas para formarlos; y si las hubiera (ademas de que no fueran ellas las primeras), serian menester otras para probar aquellas, y así seguiría hasta el infinito. Las verdades primitivas de cada ciencia particular pertenecen á la razon, y no al raciocinio. Así que el asegurar que la nieve enfria, que el fuego calienta, y las leyes primitivas, esto es, mas simples que guarda la naturaleza, observadas por nuestros sentidos, dan fundamento al juicio para formar las primeras nociones de que se compone la buena experiencia, la qual está fundada en la razon. De principios establecidos con la recta razon se forman los buenos raciocinios: por donde estos, así en la raíz; como en la extension, se han de considerar como fundados en la razon, aunque en cierto modo diferentes de ella. Conviene tambien entender, que cada Arte científica tiene sus propios principios, y verdades fundamentales por donde se gobierna; de modo, que el que no esté instruido en ellas, nunca se debe tener por períto en aquel Arte. La Teología natural (nombre que daban los Gentiles á sus discursos sobre la naturaleza de Dios) mira como principios las luces primitivas del entendimiento sobre la Divinidad: la Teología christiana, sin despreciar la Teología natural, añade por principios lo que Dios ha revelado por las Divinas Escrituras, y por la viva voz que conserva la Iglesia en las tradiciones Apostólicas. La Jurisprudencia tiene por verdades fundamentales lo que el entendimiento descubre tocante al Derecho Natural y de Gentes, y las Leyes justas que los Príncipes establecen en sus Dominios respectivos. La Física en todos sus ramos tiene por verdades fundamentales lo que llega á saberse de la naturaleza por racional experiencia. La

Y el cura, que aunque temblaba ante la idea de quemarse la yema del dedo chico, no por eso dejaba de admirar a Mucio Scévola, se exaltaba y afanaba para hacerme apreciar a su héroe. Sostengo lo que he dicho replicaba yo tranquilamente; no era más que un imbécil y un gran imbécil. El cura exclamaba sofocado: Muchas tonteras oyen los mortales, cuando los niños pretenden raciocinar.

Mientras durará el mundo y se honrarán las letras, saldrán al público Escritores que estas mismas cosas las dirán de otra manera, acomodándolas á los oidos de su siglo; pero si alguno quisiese introducir en las Escuelas diferente arte de raciocinar y de disputar, acaso podrá engañarlas con la novedad, mas no ha de poder lograr que dure mucho.

La verdad de las leyes lógicas á que debe conformarse todo raciocinio, es conocida solo por evidencia: luego si no se supone que lo evidente es verdadero, no se puede ni raciocinar siquiera. Cayendo él caen tambien todos los demás, incluso el de contradiccion, que como todos, no es conocido sino por evidencia; este es otro de los caractéres del principio fundamental.

Si es por raciocinio, fundándonos en los principios del arte de raciocinar, entonces hay dos consideraciones, ambas conducentes á demostrar la indemostrabilidad. 1.ª Si los principios del arte son indemostrables, tenemos ya una cosa indemostrable; si lo son, al fin hemos de valernos de otros que les sirvan de basa, y ó pararnos en alguno que no consienta demostracion, ó proceder hasta lo infinito. 2.ª ¿Cómo sabemos que los principios del raciocinio se aplican á este caso? ¿Será por otro raciocinio? resultan los mismos inconvenientes que en el caso anterior. ¿Será porque lo vemos así? ¿porque es evidente con evidencia inmediata? hénos aquí en otro punto indemostrable.

Introdúxose la voz Lógica, como significativa de una Ciencia particular, por los Griegos posteriores, y la adoptaron los Autores Latinos, por donde se ha hecho tan general su uso, que es indispensable valernos de ella. Entiéndese, pues, por Lógica el Arte que enseña los preceptos de raciocinar, y por Dialéctica el Arte de disputar con raciocinios probables.

Olvidada de molestias y humillaciones de la cárcel, no tenía seso ni corazón más que para raciocinar sobre aquel problema y dolerse de él; porque , era un problema semejante a una llaga, un problema que la enloquecía como un logogrifo indescifrable, y la lastimaba como una úlcera abierta en lo más delicado y profundo de sus entrañas. La pavorosa duda tenía alternativas y lances de batalla.

Si este hecho existiese no se podria presentar á nuestro entendimiento por medio de una enunciacion á que llegásemos por raciocinio. Ha de ser mas bien visto que conocido; ó ha de ocupar el primer lugar ó ninguno. Si empezamos por raciocinar sin tomarle á él por fundamento, estribamos en lo aparente para llegar á lo verdadero; nos valemos de la ilusion para alcanzar la realidad.

Don precioso que nos ha otorgado el Criador para hacernos razonables aun antes de raciocinar; y á fin de que dirijamos nuestra conducta de una manera prudente, cuando no tenemos tiempo para examinar las razones de prudencia. El hombre cree al hombre, cree á la sociedad, antes de pensar en los motivos de su fe; pocos los examinan, y sin embargo la fe es universal.