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Quevedo hizo con el brazo la señal de una estocada á fondo. Cabalmente. Perdonad; pero vos no sois cristiano, amigo Juan. ¿Por qué me decís eso? ¿no os he dejado tiempo para poneros en defensa? Dígolo, porque vuestro rencor no cede. ¿No os habéis satisfecho con haber desarmado hace dos horas á don Rodrigo Calderón, sino que pretendéis matarle?

Veo que os equivocáis; vos creéis que la causa de vuestra prisión en San Marcos, fueron vuestras solicitudes á doña Catalina. Me afirmo en lo dicho: sois ciego; yo cuando se trata de mujeres... Estáis por las que valen... y pretendéis por ellas ser valido. Valiera yo poco si tal valimiento buscara y continuó ; yo, cuando se trata de mujeres, no solicito, tomo... ¿De modo que...?

Si lo sabéis, ¿por qué me lo preguntáis? si no lo sabéis, ¿por qué pretendéis que yo haga traición á la honrada memoria de mi padre, á mi propia honra? Me han enviado con esa carta; la he traído; no me han autorizado para que hable, y callo.

CLEOPATRA. ¡Claro! ¿No me habéis hecho una pregunta? ESCIPIÓN. ¿Yo? ¿Qué pregunta? Perdonad, señora, mi razón está un poco turbada con motivo de todo esto. CLEOPATRA. ¡Vaya una ocurrencia! ¿Sabéis que eso es ofensivo para ? ESCIPIÓN. ¿Para vos? CLEOPATRA. ¡Naturalmente! Pretendéis haber perdido la razón por mi causa. ESCIPIÓN. ¿Yo? CLEOPATRA. ¡No, que seré yo!

¿De qué manera pretendéis libertarme de éste que yo llamo mi sacrificio? dijo con acento singular doña Clara. ¿De qué manera? ¿De qué manera decís? exclamó el joven, con la mirada extraviada y la voz sombría . ¡Muriendo! ¡Dejándoos viuda! ¡Dios mío! exclamó doña Clara, levantándose de una manera violenta y asiendo una mano de don Juan . ¿Qué habláis de morir?

En cuanto a imaginarse que sois un personaje maligno y que hay más ciencia en vuestra cabeza de la que podríais revelar, no soy absolutamente de ese parecer, y eso es lo que les repito a los vecinos. Vosotros pretendéis les digo que maese Marner habría forjado un cuento; pues bien, eso es absurdo, en verdad.

¡Ah! ¿y amáis tanto á vuestra dama, que pretendéis encontrar en ella lo que creo que no se encuentra en ninguna mujer? ¿pretendéis que no haya amado una dama que se sale de palacio de noche y sola, que se agarra al primero que encuentra y le embauca hasta hacerle perder el seso? Yo no os he dicho que esa dama ha salido de palacio. Pero yo lo . ¿Y quién os lo ha dicho? ¡Bah! quien os ha visto.

Prodigáronse frases depresivas, injurias, improperios, todo género de insultos, con tal rabia, que San Pedro no pudo menos de decirles: ¡Pero hijos míos... ¿no habéis sabido despojaros de las miserias humanas y pretendéis entrar ahí? Para traspasar esa puerta es preciso estar limpio de odio y de rencor, de todo sentimiento perverso y torpe.

Pero volviendo á la dama... Os repito que puedo hablaros de su hermosura, pero no daros señas de ella; os digo que la amo tanto, que si por desdicha fuese esta mujer la reina... ¿Pero estáis loco, Juan? ¿Acabáis de llegar á Madrid, y ya pretendéis haber tenido una aventura con... su majestad? ¿Y no pudiera ser? ¡Poder!

En las universidades se empieza á vivir muy pronto, y se vive muy de prisa. ¡Ah! ¡los estudiantes! ¡dicen que los estudiantes son muy embusteros! No qué puedan diferenciarse en esto de los otros hombres. Tenéis razón; pero tienen también una fama tal los estudiantes... Injusticias, envidias... además, si fuí estudiante, ya no lo soy. ¿Pues qué sois ahora? Pretendiente. ¿Y qué pretendéis?