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Yo pude libertarme de la ambición y de la codicia, pude desdeñar y desdeñé gloria, poder y riqueza. El amor de la mujer quedó, no obstante, firme en contra mía, atajando el camino por donde ansiaba yo acercarme a la reconciliación suprema. Disípense en buena hora como niebla o como humo todas las proezas de que me sentí capaz y que realicé o soñé.

¿De qué manera pretendéis libertarme de éste que yo llamo mi sacrificio? dijo con acento singular doña Clara. ¿De qué manera? ¿De qué manera decís? exclamó el joven, con la mirada extraviada y la voz sombría . ¡Muriendo! ¡Dejándoos viuda! ¡Dios mío! exclamó doña Clara, levantándose de una manera violenta y asiendo una mano de don Juan . ¿Qué habláis de morir?

Cristián ha reparado un momento de abandono con muchos meses de perseverancia y si estoy ahora entre vosotras, á el se lo debemos, no hay que olvidarlo. Nunca sabréis, pues yo mismo lo ignoro, los prodigios de inteligencia y de valor que ha tenido que hacer para llegar á libertarme.

Aborrecí la vida; maldije de ella; pedí la muerte, quise morir, morir, y no para escapar de mis enemigos, sino para libertarme de aquellas pasiones tempestuosas que entenebrecían mi espíritu y batallaban dentro de como legiones de irritados demonios. Pensé con alegría en la muerte.

Pero, cuando levantaba la cabeza, y fuerza era hacer eso de tiempo en tiempo, encontraba siempre la mirada de esos grandes ojos azules soñadores, que parecían decirme: «¿No has comprendido, pues, todavía, que yo soy una princesa encantada y que debes libertarme

Quiero libertarme de esta mujer y no puedo. La aborrezco y casi la adoro. Su espíritu se infunde en al punto que la veo, y me posee, y me domina, y me humilla. Todas las noches salgo de su casa diciendo: esta será la última noche que vuelva aquí; y vuelvo a la noche siguiente.

Y ya que en proyecto se queda, para libertarme de su obsesión y para probarle a usted que si no puedo, quiero darle gusto, voy a poner aquí el proyecto en muy breve resumen. En el reinado de Alhakem I, por los años 218 de la Egira, había en Córdoba un rico mercader llamado Abu Hafáz el Goleith, natural del cercano lugar de Fohs Albolut.

Hermosa señora, dijo levantándose aquel hombre, no mi voluntad, sino los no si para crueles o propicios hados, son los que, cuando yo pensaba sólo en libertarme de ser preso, aquí me han traído, para que postrado a vuestros pies pueda deciros que vos sois mi vida, sin la cual vivir no puedo, ni quiero; y que si en vos no hallo esperanza a mi pena, alivio a mi enfermedad, alegría a mi tristeza, luz a mis ojos, a mi pecho aliento y gloria a mi deseo, por condenado me doy y sin vislumbre de redención que me salve.

Ahora que las circunstancias se han combinado para libertarme de este modo, voy a confesarle todo respondió después de una breve pausa. Su cara habíase puesto carmesí, y, mirando hacia la puerta, se cercioró primero de que estaba cerrada.

Cuando no, me alzaba yo contra V., trataba de limpiar mi culpa con la penitencia, y luchaba siempre por libertarme. ¿Cuánto, no obstante, hubiera debido enorgullecer á V. cada una de sus victorias, aun siendo impío, si hubiera V. acertado á comprender la grandeza sublime y tempestuosa de las grandes pasiones?